Gobernabilidad, no mermelada

Alvaro Forero Tascón
25 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

En el mundo la gobernabilidad es sinónimo de gobiernos efectivos y legítimos, y la falta de ella de gobiernos débiles, pero en Colombia es sinónimo de corrupción.

 

Eso es resultado de la táctica del populismo para deslegitimar al clientelismo, que es su rival electoral, pero que necesita para gobernar. La oposición al gobierno Santos acuñó el término mermelada para criminalizar la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, una estrategia clásica del populismo para presentarse como la encarnación del pueblo puro contra las élites políticas corruptas.

 

Mermelada es un término demagógico porque mezcla maliciosamente dos conceptos: la representación política y la corrupción, para generar la percepción que todo apoyo a las políticas del gobierno Santos era producto de la compra de la voluntad de los congresistas. Una cosa es otorgar cupos indicativos, y otra darle participación política a partidos políticos con base en acuerdos programáticos. La decisión del gobierno Duque de no distribuir presupuesto por debajo de la mesa es muy positiva. Pero las coaliciones programáticas no debilitan sino que fortalecen las democracias porque permiten que las decisiones sean representativas de la mayoría de los ciudadanos.

 

A los partidos caudillistas no les gusta dar participación política, pero es necesaria para conformar coaliciones que permitan cumplir las promesas electorales grandes, porque en las democracias esas propuestas con que ganan los gobiernos las elecciones deben pasar un segundo filtro en el Congreso, para evitar la dictadura. Se utilizan en sistemas multipartidistas, donde casi nunca un partido político simultáneamente gana la Presidencia y obtiene mayorías absolutas en el Congreso. Colombia no se ha acostumbrado a este sistema porque viene de tener uno bipartidista durante casi 200 años, en el que no es común el uso de coaliciones. Que el Gobierno no cuente con mayorías aseguradas para tramitar siquiera su Plan de Desarrollo, ni su política de paz, ni las leyes anticorrupción que presentó al día siguiente de su posesión, indica que no podrá sacar adelante reformas como la pensional, o a la justicia. 

 

La pregunta es qué le impide conformar una coalición mayoritaria a pesar de que tuvo el apoyo de una amplia para ganar luego de la primera vuelta presidencial, es decir, que tuvo una coalición conformada que se ha desmoronado, y que no es necesaria la mermelada para hacerlo.

 

La respuesta puede tener dos razones principales. Que el partido de gobierno no le ha permitido al presidente Duque dar participación política a los partidos que venció en primera vuelta. Al menos no hasta las elecciones locales de octubre, donde necesita desesperadamente vencer a estos partidos para reducir la debilidad de ser un partido caudillista y nacional. Que el Centro Democrático busca regresar a la tradición anterior al Frente Nacional, en que el partido ganador se tomaba al Estado como botín para desalojar al contrario y así consolidar hegemonías.

 

Y que el presidente Duque se ha inclinado ideológicamente tanto hacia la derecha para complacer a su partido y subir en las encuestas, que el pacto nacional que prometió el 7 de agosto se ha hecho casi imposible con partidos más hacia el centro, como el Liberal.

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