Gobernando con la enfermedad

Luis Carvajal Basto
18 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.

La gestión de los gobiernos, y también la política, se convirtió en la del coronavirus, un bicho difícil de predecir y controlar sobre el que muy lentamente aprendemos. En ausencia de ese conocimiento indispensable hacemos “lo que se puede”, pero diferentes respuestas y acciones de los países tienen diferentes balances para mostrar, en un contexto en que Colombia hace una notable gestión. Ojalá la política disponible, resultado de múltiples expresiones e intereses ante las temporales limitaciones de la ciencia, nos conduzca a acertar.

Una de las discusiones del momento gira en torno a temas como el retorno de los estudiantes a las aulas o la “conveniencia” y pertinencia de la educación virtual. Una frase de Jean-Michel Blanquer, ministro de Educación francés, no por cruda deja de tener una inmensa dosis de realidad, aunque probablemente no tanta de razón: “La decisión de reabrir la escuela corresponde a la autoridad política, no a los científicos”. También la tiene, en el mundo real sin vacunas, la necesidad de promover y apoyarse en la educación virtual en un momento en que la exposición al virus puede ser letal. ¿Será “mejor”, de acuerdo con estudios, la presencialidad? Valdría la pena discutirlo, pero en las actuales circunstancias esa discusión parece fuera de lugar.

Sin duda el país tiene mucho por hacer en la infraestructura necesaria, para comenzar. Menos del 20% de niños de los colegios rurales disponen de acceso a internet y computador, 25 años después de que Colombia tuviera su primera aula virtual. Pero ¿acaso no son los periodos de crisis promotores y aceleradores de cambios tecnológicos? ¿Cuánto tiempo debió pasar, por ejemplo, para que las cortes y el Congreso trabajaran de manera virtual, debiendo hacerlo ahora y descubriendo (¡!) sus ventajas?

Otro tema recurrente es si se debe “privilegiar la salud de la economía o la de las personas”, un falso dilema en cuanto no tiene sentido una economía sin personas a las que satisfacer ni, por otra parte, personas que mueren de hambre con “excelentes” modelos económicos. Teorías como la de “inmunidad de rebaño”, adquirida luego de que entre el 60% y el 70% se contagie, ya pueden ponerse a prueba: un estudio publicado la semana pasada en España pudo establecer que, si nada cambia, tendríamos 1,1 defunciones por cada 100 infectados. Si se afecta el 70% de la población mundial, 5.460 millones de personas, tendríamos a la larga, en las condiciones del estudio, 60 millones de muertes, una cifra espantosa que descarta la teoría de inmunidad de rebaño para soportar cualquier política pública en esa dirección.

Los gobiernos que promueven desconfinamiento a ultranza conocen esos modelos, pero apuestan todo a que en diciembre tendrán una vacuna. Aún no tenemos una, pero a la influencia y crudeza de la política le resulta indiferente. Hoy conocemos que una cosa es encontrarla; otra, producirla en los volúmenes necesarios, y otra, distribuirla y ponerla al alcance de la población mundial. El laboratorio Sanofi, que trabaja en ella, difundió que sus primeras vacunas irían a los Estados Unidos, copatrocinador de su investigación. El presidente Macron reaccionó señalando que será “un bien público, a utilizar por todos los países en el mismo momento”. La pugna política, por un producto que no existe, comenzó hace tiempo. A propósito, ¿qué lugar ocupamos en la lista?

Las cifras hoy disponibles permiten medir algunas cosas, teniendo en cuenta los tiempos de propagación de la enfermedad en diferentes países y los resultados de la intervención, o el tipo de intervención, de los gobiernos. Hasta el viernes Estados Unidos mostraba 265 muertes por millón de habitantes; España, 588; México, 36; Ecuador, 137; Brasil, 67; Colombia, 10. Ahora, cuando la gestión de los gobiernos se pone a prueba y se mide por su eficiencia en la lucha contra la enfermedad, debemos reconocer los aciertos del Gobierno de Colombia logrando moverse con propiedad en un escenario desconocido e imprevisible. En un país ingrato, debemos gratitud al Gobierno nacional y a gobiernos locales eficientes ante el desafío.

Hasta donde van las cosas, somos un ejemplo para mostrar. ¿Lo seguiremos siendo? La respuesta real, no necesariamente la más conveniente, puede depender más de la política que de la ciencia, infortunadamente.

@herejesyluis

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