Gonzalo Sánchez y el CNMH

Jaime Arocha
06 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

El que Mario Pacheco —historiador poco acreditado— pudiera llegar a la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica me llevó a bajar y archivar cuanto documento apareciera en la respectiva página web. Anticipaba el desmantelamiento de aquellos archivos que contradijeran la versión uribista de que 60 años de lucha armada han consistido en actos terroristas y no en “conflicto armado”. Parecería que por fortuna mi esfuerzo fue redundante. El historiador Gonzalo Sánchez le informó a Cecilia Orozco que antes de pensar en dejar esa dirección ideó “un Pacto por la Memoria” que blinde “la palabra viva [de las víctimas] sobre sus experiencias traumáticas, sus formas de resistencia a los violentos y sus reclamos”. Una ola negacionista que aplaste los 11 años de trabajo riguroso de ese centro despertaría una reacción nacional e internacional equivalente a la que ya desencadenó la candidatura de Pacheco. De ahí que Sánchez haya invitado a la academia a sugerir expertos reconocidos en el reto de la memoria, pero cuesta trabajo pensar en su reemplazo.

Hace 35 años, dos obras clásicas ya le habían ganado a Gonzalo su reconocimiento internacional: Bandoleros, gamonales y campesinos, escrita con Donny Meertens y prologada por Eric Hobsbawm, y Ensayos de historia social y política, siglo XX. No obstante ese logro, se trata de un científico capaz de integrar y mantener complejos equipos de investigación. Mucho antes de que fuéramos testigos de lo que ha alcanzado en el CNMH, experimentamos su mesura e ingenio a favor del diálogo interdisciplinario en la dirección de la Comisión de Estudios de la Violencia en Colombia que convocó el presidente Virgilio Barco en 1987. Incluía a varios de quienes habíamos escrito nuestras tesis doctorales sobre las causas de La Violencia, y de quienes se esperaban sugerencias ante el auge de la justicia por mano propia y del paramilitarismo. El ya fallecido sociólogo Álvaro Camacho sugirió abstenernos de debatir las teorías imperantes, y concentrarnos en la información empírica por regiones, tipos de acciones violentas y despojos. Sánchez consideró que esa proposición coadyuvaría a concentrarnos en las recomendaciones que discutimos en dos grandes seminarios en Paipa y Villa de Leyva. De la combinación de firmeza y amabilidad en su crítica a nuestros ensayos dependió que el libro Colombia, violencia y democracia fuera publicado en agosto de ese año.

Repaso trayectorias académicas respetables, pero queda el vacío de la habilidad para aglutinar grupos interdisciplinarios del CNMH que respeten el relato nacional que debe representar el Museo de la Memoria. De ahí que Francisco Gutiérrez Sanín haya escrito que “lo mejor sería que [Gonzalo Sánchez] se mantuviera como director”.

* Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.

 

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