A la hora de comenzar a escribir estas líneas se oyen vuelos de helicópteros y detonaciones de todo tipo en Bogotá. Creo que como colombianos siempre habíamos dicho “va a llegar el día en que la gente no aguante más. Somos una bomba de tiempo”. Y llegó ese día.
En estos quince días de paro mucho se ha escrito, primero para expresar la frustración por la miopía gubernamental y ahora para tratar de ser propositivos en medio del caos. ¿Cómo es posible que un ministro de Justicia les diga a los indígenas que se vayan, que Cali no los quiere? Son grupos que han vivido en abandono estatal. ¿Cómo construir un país donde todos quepamos? Hay diálogos de sordos. Hay varias Colombias que nunca se han conocido. Hay mucho dolor. Lo que está sucediendo hoy sólo beneficia ya a quienes viven del conflicto.
Desde todas las esferas se habla de entablar verdaderos diálogos, de ser innovadores. El editorial de El Espectador habla de descentralizarlos, Rodrigo Uprimmy propone orientarlos desde los Derechos Humanos para desescalar la violencia, Juan Pablo Ruiz habla de la importancia de negociar y cumplir los acuerdos que se deriven de allí porque de lo contrario se pondría “en vilo la viabilidad del país”. Yo quiero hablarles como académica y especialista en campo en resolución de conflictos que todo lo anterior es necesario y que como ya se han incumplido en muchas ocasiones los acuerdos, hay que dar pasos fundamentales y urgentes basados en metodologías reconocidas que inclusive han sido implementadas con éxito en nuestro contexto. Existen muchos grupos en este país que llevan años trabajándolas a nivel estatal, empresarial y comunitario.
Los actuales diálogos se están dando dentro de esquemas acartonados, jerarquizados y en espacios cerrados que en nada ayudan a la construcción de confianza, al carácter de urgencia y a las necesidades de inclusión de la sociedad colombiana. En el año 2019, en el marco de un convenio del Ministerio del Interior con la Fundación para el Desarrollo (FUPAD), asesoré el mejoramiento de los procesos consultivos y tuve la responsabilidad de liderar los diálogos en julio de 2019 en el paro de la Guajira. En medio de una alta tensión y desconfianza, fueron testigos quienes participaron del grado de sinergia y empatía que se logra desarrollar gracias a la implementación de estas metodologías novedosas. Ver abrazados luego de proponer soluciones conjuntas a un militar y a un promotor radical del paro fue reconfortante.
Sin embargo, hay condiciones que hay que cumplir. Aquí se necesitan facilitadores que no pertenezcan al gobierno ya que este último es un actor más en el proceso. Hay que establecer unas reglas claras de seguimiento al monitoreo y cumplimiento de los acuerdos que se deriven en el corto, mediano y largo plazo por parte de la misma sociedad civil. En este punto hay que ser enfáticos porque es donde no se puede fallar.
Cómo sería de maravilloso si se comenzara este proceso desde Cali en un espacio como el estadio Pascual Guerrero a donde puedan acudir con reglas muy claras todos los actores. Un ejercicio de estos de construcción colectiva dura dos o tres días.
Estoy segura que contaríamos con muchos facilitadores expertos para apoyar la logística.
Soñar no cuesta nada.
* Ph.D. Desarrollo Incluyente. Especialista en Negociación y Resolución de Conflictos