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Gran “jurista”

Cecilia Orozco Tascón
04 de junio de 2008 - 02:06 a. m.

HE TENIDO QUE RECTIFICAR POR orden judicial solo dos veces en mi ya larga carrera periodística: una, para decir que Iván Urdinola no era narcotraficante. La otra, para restituirle “el buen nombre” a alias Popeye, el lugarteniente de Pablo Escobar.

El primer caso ocurrió hace ya varios años. La segunda acción es más reciente y, desde luego, también más sorprendente porque proviene, no de un juez confundido, sino de la Sala Civil del Tribunal Superior de Bogotá. No dudo en calificar esta historia como extravagante y por eso vale la pena contarla:

La revista Semana, con la que colaboro, publicó el 20 de octubre del año pasado un confidencial que se refería a Popeye. De éste se decía que había manifestado en una declaración grabada  en video ante la Comisión de la Verdad, que “él nunca había afirmado que Alberto Santofimio  le hubiera dicho a Pablo Escobar la famosa frase ‘mátalo, Pablo, mátalo’ en relación con el magnicidio de Galán”.  Y que, “aunque se sostenía en sus acusaciones contra  el político tolimense, el contexto en que éste influyó sobre el capo fue con la frase ‘Pablo, esto no te conviene’ ”.

El confidencial desató una guerra. La primera batalla surgió dos días después, cuando el ex presidente de una alta corte llamó a un directivo de Semana para solicitarle rectificación. Con semejante celeridad, era casi imposible que el ex magistrado hubiera tenido tiempo de revisar el video en cuestión además, claro, de que era bien raro que él se ocupara de este asunto sin ser el apoderado.

El segundo acto bélico apareció con una carta escrita en términos jurídicos muy doctos,  firmada por Popeye; pedía rectificar. El tercer disparo llegó luego de cinco meses con una tutela interpuesta por el preso de Cómbita en la que invocaba sus “derechos de petición y buen nombre”. Muchos abogados quisieran poder construir un texto así pero de nuevo la única rúbrica era la de Popeye. La jueza a cargo negó sin embargo las pretensiones del actor en vista de que “la nota para nada afecta  ni distorsiona la imagen que la opinión pública se ha forjado del accionante… a través de los episodios por él protagonizados”.

  Popeye resultó jurista de muchos quilates: impugnó ante el tribunal y ganó. Tres magistrados revocaron la decisión del juzgado y ordenaron rectificar. Según ellos, el detenido lo que decía era que “(Santofimio)  no le daba órdenes a Pablo de matar a alguien pero se dejaba influenciar por lo que él decía. (Popeye) reafirma que nunca ha dicho que Santofimio daba órdenes a Pablo de matar a fulano…”.

Pese a la similitud entre el texto de la revista y el del tribunal, Semana acató, como corresponde, la decisión. ¿Por qué hago este recuento? Porque fui yo quien aportó la información para el confidencial. ¿Quién fue mi fuente? Nadie. Vi el original de la grabación, tomé notas a mano y entre comillas escribí: “…Yo (Popeye) nunca he dicho que Santofimio dijo  ‘Pablo, mátalo’… Él (Santofimio) llegaba con su retórica a decirle ‘Pablo esto no te conviene… Esto te conviene…”. Tengo otras anotaciones muy reveladoras. Por eso le pedí en su momento a la Comisión de la Verdad copia del video. Me la negó. ¿La Comisión  le dio traslado del original a la Fiscalía para que ésta investigue lo de su competencia? ¿La grabación que examinó la Sala Civil fue la misma que yo vi? ¿De dónde vienen y quiénes son los  asesores jurídicos de Popeye? Esta tutela es susceptible, como todas, de revisión por la Corte Constitucional.  No se sabe si la va a seleccionar pero si lo hace, alguien allá va a tener que declararse impedido.

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