A grandes problemas, grandes soluciones

Columnista invitado EE
23 de mayo de 2020 - 06:32 p. m.

Por: Álvaro Ruíz Carrillo*

Hoy estamos ante una situación completamente inesperada y de tal gravedad que prácticamente ha paralizado al mundo, porque el virus puede afectar a cualquiera, sea primer ministro, gran empresario, gran celebridad o persona del común, en cualquier ciudad grande, mediana o pequeña y aún en zonas más aisladas (el Amazonas es un ejemplo dramático de ello). El contagio del virus, que inició en China, se extendió a más de 188 países en menos de cinco meses, infectando a la fecha a más de cinco millones de personas, de las cuales han fallecido una cifra superior a 320 mil personas.

Mientras tanto, en años como 2017, según las estimaciones de Unicef, el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la División de Población de Naciones Unidas, se calcula que 6,3 millones de niños menores de 15 años murieron por causas en su mayoría prevenibles[i]. Las mismas autoridades indican que cada día mueren cerca de 8.500 niños por desnutrición; esto implica que en los mismos cinco meses, han muerto 1,3 millones de niños por hambre. ¡Simplemente aterrador!

Contrasta que el mundo se paralice por el virus, pero no por la desnutrición y el hambre, cuando las cifras demuestran la gravedad incluso mayor de este último problema. ¿Será que la muerte por desnutrición no causa escándalo, porque nunca afectará a las personas con posiciones destacadas en las sociedades? Mi posición es que tristemente hemos sido indiferentes ante la inequidad de oportunidades que impide a las personas alimentarse, fenómeno que debe cambiar con la pandemia del COVID-19, que nos ha puesto a pensar a todos en el valor de la vida, en los derechos a la salud, a mínimas condiciones de subsistencia, al trabajo, a la educación de calidad, al bienestar, a soñar y en general a los mínimos que la dignidad del ser humano exige.

Es momento de entender que no vale la ley del más capaz, tampoco la del más vivo, ni del más fuerte. El más capaz, en condiciones de aislamiento, no puede disfrutar sus logros; el más vivo, que todo lo obtiene con prácticas corruptas, tampoco; el más fuerte no puede explotar su fuerza y simplemente es uno más, similar a uno más débil. Todos estamos viviendo privaciones y dependemos de terceros más capaces, con la esperanza de que su espíritu de solidaridad sea capaz de lograr la cura al problema.

Las medidas para combatir esta pandemia deben ser de tal magnitud poco ortodoxas y valerosas, que ayuden no solo a vencer los problemas generados por el virus; además deben ayudar a quebrar la inequidad aludida. No hacerlo a tiempo puede generar que los efectos de la pandemia y de las medidas para controlarla conlleven a más miseria y deriven en más hambre y en consecuencia en más muerte; exactamente, lo que todas esas medidas han querido evitar.

Las restricciones a derechos humanos como el esparcimiento, el contacto social, la libre circulación, la libertad de escoger, el modo de vivir e incluso la búsqueda del sustento, ocasionadas por las medidas para controlar la expansión del virus, deben ser compensadas. Y debe hacerse con generosidad, no con caridad.

La gran carga de los problemas económicos generados por el COVID-19 la están llevando muchos ciudadanos del común. Una gran cantidad de empleadores buscaron resolver retos empresariales mediante licencias no remuneradas, despidos masivos y reducción de salarios. Quienes son informales y vivían del día a día, en la mayoría de los casos quedaron sin la posibilidad de tener ingresos. El impago de los cánones de arrendamiento debe ser resuelto por fuera de reglas contractuales entre arrendador y arrendatario, sin marco legal claro y justo. Los alivios financieros no lo son tal, son dilaciones a los problemas de fondo, que simplemente es la imposibilidad de pagar las deudas. Este escenario es catastrófico; el lema aplicable parece ser “sálvese quien pueda”; en el intento de solución el Gobierno no ha logrado dar mensajes de tranquilidad y mostrar avances sensibles frente al problema.

El apoyo de 360 mil pesos por trabajador para empresas cuyos ingresos han disminuido en un 20 %, solo ayuda a empresas intensivas en mano de obra poco calificada. Esta medida no ayuda a la mayoría de las empresas que están cerrando o están en riesgo de cerrar. Los préstamos bancarios solo fluyen cuando el riesgo de no pago es mínimo, con elevados costos que solo resuelven problemas de corto plazo. El giro de 165 mil pesos a una familia, o la entrega de mercados sin control y con sobrecostos, tampoco es solución de fondo.

Además de medidas que permitan que la economía vuelva a fluir, a partir de las cuales la mayoría de las personas vuelvan a tener condiciones mínimas para obtener ingresos, con debidas estrategias de protección personal, el Gobierno Nacional debe diseñar un ambicioso plan de choque. Propongo hacer obligatorio un aporte único solidario para obtener recursos por el equivalente al 20 % de nuestro PIB, lo que nos pondría a la par con países como Japón o Luxemburgo en el gasto para enfrentar los efectos del COVID-19[ii]. Este aporte deberán hacerlo las personas naturales y jurídicas que hayan reportado utilidades en los últimos cinco años. El valor del aporte será equivalente al promedio anual de dichas utilidades en los últimos cinco años descontando el promedio de los impuestos por renta ya pagados. Las personas que no tengan la liquidez necesaria, deberán endeudarse a tasas preferenciales otorgadas por la banca privada, con garantía de la nación en un porcentaje a definir o a través de créditos de la banca privada a tasas subsidiadas por el Estado.

Los recursos del fondo así obtenido deberán ser utilizados para apoyar económicamente a las empresas e iniciativas privadas con dificultades generadas por las medidas para combatir esta pandemia, y desarrollar actividades que reactiven la economía, eviten el desempleo e indirectamente apoyen la economía informal, para así ayudar de manera efectiva a los más necesitados.

Esta propuesta evitaría nuevas reformas tributarias que desalienten la inversión y la generación de nuevas empresas. Todos los que obtuvieron resultados positivos serán solidarios, para que a futuro puedan volver a tener resultados positivos, logrados con el apoyo de las personas a quienes ellos apoyaron.

Esta es una invitación al Gobierno Nacional a ser proactivo con contundencia, para que su liderazgo sea recordado por tomar medidas que constituyan grandes soluciones, que eviten el hambre y la muerte que ella conlleva, y como fue planteado, quiebren la inequidad mencionada.

[i] https://eacnur.org/blog/cuantos-ninos-mueren-de-hambre-al-dia-tc_alt45664n_o_pstn_o_pst/

 

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