“Guerra” de microbios

Arlene B. Tickner
29 de enero de 2020 - 02:00 a. m.

La aparición de un nuevo coronavirus en China que, pese a no ser declarado todavía una emergencia internacional, ha viajado a más de una docena de países, nos debe recordar que uno de los grandes desafíos que enfrenta la humanidad es la “guerra” de los microbios. En tiempos recientes, el resurgimiento del ébola en África occidental, la entrada en escena del zika sudamericano, el MERS en Medio Oriente y ahora el 2019-nCoV subrayan el alza de nuevas (y viejas) enfermedades cuyo potencial de movilidad y contagio es mayor que en el pasado, dada la globalización, así como el crecimiento inusitado de la población mundial.

Los coronavirus son un grupo viral que es común tanto entre humanos como animales, y que generalmente produce síntomas asociados con el resfriado común, incluyendo dificultades respiratorias. Sin embargo, su mutación constante resulta en variantes que retan el sistema inmune y que pueden tornarse letales, en especial entre las personas mayores o con enfermedades crónicas. Cuando la transmisión de un coronavirus ocurre entre especies —fenómeno llamado zoonosis— dicha posibilidad aumenta, ya que el cuerpo humano no sabe combatir esas enfermedades desconocidas. A manera de ejemplo, el SARS, la primera pandemia global del siglo XXI, aparecida en 2003 y originada en los mercados animales de Guangdong (China) contagió a más de 8.400 personas y cobró 800 muertos alrededor del globo.

Aunque el comercio de animales exóticos, entre cuyos mercados más grandes se encuentra el chino, se ha identificado como una de las causas de las enfermedades zoonóticas, el cambio climático ha agravado este problema. A saber, el aumento en las temperaturas terrestres ha acrecentado la capacidad de los insectos de extender las enfermedades espacialmente. A su vez, cambios en los patrones del clima, incluyendo la lluvia y las sequías, han alterado la interacción entre humanos y distintas especies animales, aumentando de paso la probabilidad de la zoonosis. En la medida en que distintas poblaciones intensifiquen la explotación de bosquesvírgenes, también entran voluntariamente en contacto con nuevas especies sin posibilidad alguna de predecir el correspondiente riesgo epidemiológico.

Aunque la comunidad científica y médica internacional ha advertido sobre el peligro creciente de las pandemias, las farmacéuticas y los Estados se han quedado cortos a la hora de adoptar estrategias acordes. Al tiempo que no existen incentivos económicos para que las multinacionales desarrollen vacunas con miras a prevenir enfermedades futuras, los gobiernos comúnmente son cortoplacistas e individualistas, con lo cual sus intervenciones suelen ser tardías y aisladas. de las de otros actores mundiales. En el caso actual de China, la reacción enérgica del presidente Xi Jinping, que incluye la imposición de una cuarentena y de restricciones de movilidad en una zona central del país habitada por más de 35 millones —y que busca evitar tanto una repetición del SARS como la crítica internacional asociada a su mal manejo—, difícilmente frenará la epidemia y podrá incluso empeorarla. A más de un siglo de la pandemia de influenza de 1918-19, que infectó a un tercio de los habitantes de la Tierra y mató hasta 100 millones de personas, desgraciadamente seguimos en pañales en cuanto al desarrollo de mecanismos idóneos de prevención, cooperación, coordinación y, en últimas, transformación de aquellos hábitos que requiere su combate efectivo.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar