Publicidad

Guerra y hábitats muertos

Jaime Arocha
17 de noviembre de 2020 - 03:00 a. m.

El documental Una vida en nuestro planeta enseña qué es un hábitat muerto. Sin embargo, la película no aproximó pueblos como los de ascendencia africana, coadyuvantes en el mantenimiento de la diversidad de especies garante del futuro de la Tierra. Con esa idea en la cabeza, el pasado 13 de noviembre me conecté a la reunión virtual a la cual habían invitado el Consejo Nacional de Paz Afrocolombiano (CONPA) y la Comisión de la Verdad. Convocaron a representantes de los dos litorales, valles interandinos, Montes de María y La Guajira para que el informe que elabora esa comisión haga visible la resistencia de las comunidades negras contra el etnocidio y la vulneración de su autonomía territorial. Las presentaciones coincidieron en que persiste la deshumanización instaurada hace cuatro siglos con la trata atlántica, la cual convirtió en mercancías a las personas desterradas desde las costas occidentales y centrales de África. Contrarrestar esa fuente del racismo contemporáneo requiere reiterarles a niños y niñas que descienden de gente que no fue esclava, sino esclavizada, a cuya civilización los tratantes ocultaron para justificar la ignominia que desencadenaron. Expusieron que la ONU y otras agencias internacionales y gubernamentales deben ser más enfáticas al reconocer y combatir la inanición impuesta por el confinamiento mediante el cual los grupos armados complementan el destierro forzado. También mostraron la reactivación paramilitar de prohibiciones que parecían cosa del pasado, luego de que se firmara el Acuerdo de Paz. Tal es el caso de los ritos fúnebres, la liturgia alrededor de santas y santos patronos, músicas, cantos y cocinas tradicionales. Los represores han aprendido que las comunidades negras les imparten nuevos usos a sus tradiciones religiosas y musicales, como fue evidente en Cartagena el 27 de septiembre de 2016. Para la firma del Acuerdo de Paz, las cantaoras de Pogue, se valieron de sus alabaos para rememorar el horror de la masacre de Bojayá y exigirles la no repetición a las partes firmantes.

Otro agravio explicitado fue el de la desidia gubernamental para evitar que Buenaventura sea el laboratorio para experimentar torturas, como la de convertir en objetivos militares a quienes están asentados en las zonas de bajamar y dependen de la pesca y recolección de la piangua, el molusco de los manglares. Constatada su capacidad para el terror, exportan hacia el Chocó inventos macabros como las casas de pique. Allá también urge el destierro de quienes defienden sus derechos frente al proyecto portuario de Tribugá, o el de ampliar aún más el monocultivo de palma. La delegación de La Guajira expresó que conocía el uso de esas violencias para acallar las protestas contra el desvío de cursos de agua respondiendo a las necesidades de consorcios mineros, proceso que también han liderado las organizaciones del norte del Cauca para neutralizar los de la represa de Salvajina e impedir la desviación del río Ovejas.

La palabra territorio sí que aglutinó a las organizaciones invitadas, incluyendo a urbanas como la de Llano Verde, en Cali, donde gente desterrada desde el Afropacífico trata de rehacer su vida. Lo excepcional de la tragedia ocurrida hace tres meses fue haber involucrado cinco niños, porque han sido usuales los asesinatos “graneados”, a ver si doblegan a esas juventudes para que se armen u opten por microtráfico o prostitución.

En fin, hablaron de los ámbitos donde vírgenes y santas patronas promueven cosechas abundantes; donde crecen los ombligos que afilian a las nuevas generaciones con la naturaleza, luego de que las madres han enterrado la placenta de nenas y nenes con el arbolito germinado en sus zoteas o huertas elevadas. Escenario de plantas sagradas y medicinales cuya existencia depende de colibríes, abejas y demás abundancia de seres diversos. En otras palabras, lo contrario de las filas monótonas de palma aceitera que en el documental mencionado David Attenboruogh enfocó para ilustrar su idea de hábitat muerto. ¿Será posible que el informe de la Comisión de la Verdad detenga la guerra que ha reemplazado territorios de comunidades negras por esos ámbitos de desolación?

* Profesor, programa de antropología, Universidad Externado de Colombia.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar