El país de las maravillas

Hacia una nueva forma de gobierno

Mario Morales
13 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

La historia recordará que no siempre más es mejor. Que todo comenzó con el error, mitad vanidad, mitad soberbia, de querer legitimar el acuerdo de paz con un plebiscito. Una exageración en la que se conjugaron los dos más grandes vicios de nuestra manera de ser: el leguleyismo y la retórica encendida.

Lo demás, lo conocemos: la reinvención de Uribe, la salida solapada del clóset de medio país, la sectarización anidada en el pozo del odio. No son solo estos siete meses en este proceso de desmadre y vuelta al pasado rencoroso y vengativo. Completamos dos años y medio de tránsito hacia una nueva forma de gobierno: del presidencialismo con división de poderes, al presidencialismo autoritario, unipartidista y por cooptación.

La labor de demolición ha sido veloz. Arrinconamiento y desconocimiento del poder jurisdiccional, desprecio por un legislativo regido por el complejo pavloviano de la mermelada en sus distintas presentaciones, y unas galerías encendidas con una sui generis doctrina de baja intensidad.

El Estado son ellos, se lo repiten y se lo creen, cuando arrasan con los convenios internacionales, con la palabra empeñada en los pactos internos, con las voces disidentes, con la participación ciudadana o con la independencia de cada una de las ramas del poder público.

La estrategia es atacar la autoestima nacional, generar caos, sembrar incertidumbre y reconstruir la figura salvadora de un líder que parece saber a dónde va y que, en su impostación de roles, como decíamos la semana pasada, confunde al fungir ora como presidente, como legislador, como juez, como ciudadano o como víctima. Omnipresente y omnímodo.

Al final, la crisis venezolana, el caso Santrich, la Ley Estatutaria de la JEP, la desregulación de precios de drogas y alimentos, la represión para combatir fenómenos como el narcotráfico y la violación de derechos humanos serán recordados tan solo como escenarios de pequeñas batallas rumbo a la toma aplastante del poder.

Sí, la historia la escriben los vencedores, pero no estará completa hasta que borren los pasados ocho años.

@marioemoraleswww.mariomorales.info

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