Las ciudades, como las personas, reflejan el ánimo que llevan por dentro. Son la forma palpable de las circunstancias que están viviendo; son piel y madera del dolor y la euforia, de la miseria, la opulencia, la cultura y el vacío. Todo brilla y se opaca según la procesión interior, y quizá por eso, durante el Hay Festival, Cartagena es una ciudad distinta a la ciudad del reinado, a la ciudad de turistas de Borsalino y alforzas. Es distinta a la Cartagena que alberga presidentes y piratas, cirujanos, arquitectos y rockeros.
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