Hegemonía

Oscar Guardiola-Rivera
26 de julio de 2017 - 03:00 a. m.

Esta semana se estrena en las salas de cine la última película de Christopher Nolan, el director de la trilogía de Batman, acerca de los sucesos en Dunkerque durante la Segunda Guerra Mundial.

Todos sus protagonistas son blancos. A propósito de ello, el historiador William Darlymple ha recordado una nota suya publicada en The Spectator hace un par de años.

“A los británicos les gusta pensar que en 1940 se encontraban solos. Una isla osó enfrentarse sin compañía alguna a las filas de los fascistas y los Nazis”, observa. “Suele olvidarse, como nos recuerda Yasmin Khan, que ‘Gran Bretaña no peleó la Segunda Guerra Mundial, lo hizo el imperio británico’. Cuando menos cinco millones de súbditos imperiales se unieron a las filas del ejército de Su Majestad entre 1939 y 1945 y al menos dos millones de estos, ‘la fuerza voluntaria más grande de la historia’ era del sur asiático”.

Otros tantos provenían del caribe anglo y latinoamericano, e hicieron parte de la filas aliadas del lado británico y el francés. Las victorias en El Alamein, Monte Casino, y Kohima, se debieron también y de manera considerable al concurso de indios, caribeños, y africanos.

El detalle podrá no parecerle importante a muchos de nuestros críticos bien pensantes, pero resulta apremiante si se lo dispone en el contexto de lo que otro historiador, el italiano Doménico Losurdo, ha denunciado como el intento por borrar los procesos de descolonización y a sus protagonistas de la historia moderna. Se trata de un revisionismo histórico con consecuencias políticas preocupantes.

Es en tal sentido que cabe considerar la actitud de alguna senadora criolla quien en sus apariciones mediáticas insiste en sostener, contra toda evidencia, que la tierra en Colombia está concentrada en manos de indios y negros. O la diferencia entre la composición étnica que predomina en la oposición y aquella otra que predomina entre quienes aún se rehúsan a apoyarla en Venezuela, tan evidente a los observadores de las protestas como poco discutida en los medios que las registran de manera homogénea. Ni qué decir de la composición, tan blanca como en la película de Nolan, del gabinete golpista brasilero al que los medios corrientes se refieren en términos bien distintos a los del proceso venezolano.

En la Europa de los treintas, la presencia de pueblos de color en los ejércitos aliados de la Gran Guerra fue causa de la reacción de quienes como Spengler o el español Juan Vázquez de Mella vieron en ello la evidencia de un asalto de las razas esclavas, y sus aliados bolcheviques, contra la civilización occidental.

¿No deberíamos contar entre sus sucesores a quienes mantienen vivas dichas expresiones en el sentido común cultural y político de las masas?         

 

 

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