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“Hola”

Francisco Gutiérrez Sanín
08 de agosto de 2008 - 01:32 a. m.

¿ESTARÁ EL GOBIERNO EN JAQUE por culpa de la (exitosísima) operación homónima? El último evento fue la entrega subrepticia al parecer por parte de un puñado de militares de la filmación completa del rescate a un canal privado de televisión.

Ella sugiere que el uso de los emblemas de la Cruz Roja no fue producto del nerviosismo la penúltima versión oficial que se nos ofreció, sino que hacía parte del plan A. Mientras que el ministro Santos declaraba indignado que los militares transgresores podían haber incurrido en el delito de traición a la patria por haber hecho exactamente lo que él hizo un par de semanas antes ¿recuerdan el episodio de la muerte de Tirofijo?, la competencia del canal favorecido trinaba de la ira.

Todo el episodio podría dar origen a muchas reflexiones, desde melancólicas hasta divertidas. Me parece que una de las principales es que es momento de preguntarnos en serio por la calidad de la información política de nuestros medios de comunicación. La pregunta se divide en dos: la televisión y los demás. Me concentro aquí en la primera categoría, no porque en la otra no haya problemas, sino porque da la casualidad de que la abrumadora mayoría de los colombianos adquiere su información básica de la “cosa política” a través de la televisión.

El primer defecto de nuestra pantalla chica es que botó por la ventana la división social del trabajo. Imagínense ustedes que, por ejemplo, le entregaran la ya gigantesca sección de farándula a un consorcio de intelectuales malacarosos. Con toda seguridad el resultado sería un desastre. Pues bien: los canales privados (que son los que captan por mucho la mayoría de la sintonía) han decidido entregar la sección de la política a especialistas en farándula.

Como era de preverse, el producto final es infame. Me imagino que por dinámicas del mercado quisieran tener gente de facciones regulares presentando nuestra ya suficientemente terrible “realidad nacional”. Más que entendible. Pero seguramente eso no se contradice con conseguir a alguien que sepa de lo que está hablando, y a un par de especialistas detrás de cámaras que conozcan algo de gramática castellana y que le metan un poco de orden mental a la “cosa”. En otros países la política se trata de manera competente, y vende. ¿Por qué aquí no?

Si lo que existe da una impresión devastadora de chambonería e improvisación, hay también un tema obvio de irresponsabilidad. Los medios de comunicación tienen sobre todo en una sociedad como la nuestra una carga moral. No estoy muy seguro de que la televisión colombiana haya alcanzado estándares mínimos de decencia: indignarse contra todos los asesinatos, por ejemplo.

Valdría la pena hacer un par de investigaciones cuantitativas muy simples comparando el tiempo total concedido a, digamos, las masacres de campesinos colombianos y al reinado nacional de belleza en los últimos diez años. Creo que sería barato hacerlo y que el resultado sería elocuente. Por último, se pregunta uno por el equilibrio informativo y la regulación del Estado. Entes que han financiado una campaña presidencial específica son los mismos que proveen la información a los ciudadanos. Ahí hay algo que no cuadra.

Soy lo suficientemente crédulo (en el sentido peyorativo) como para pensar que en los propios medios hay gente interesada en cambiar la situación. Las consecuencias, a no muy largo plazo, de los sesgos, la irresponsabilidad y la pésima calidad de la información política en televisión son grandes: para el país, para los propios proveedores de noticias. Las dinámicas de la pérdida de autocontrol siempre son las mismas: puedo hacer lo que me dé la gana hoy, pero a costa de malos resultados mañana. ¿No es hora de tomar iniciativas, dentro y fuera de los medios, para tratar de ir mejorando la situación?

 

 

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