A hombros del odio prefabricado

María Teresa Ronderos
01 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

“En nuestro país, los ataques masivos en las redes sociales se expanden a ritmo astronómico, arrastrando a la gente como rebaño, ablandando así el terreno ciudadano para que cuando empiecen a llover las mentiras desde las cumbres del gobierno estas calen con facilidad”. La frase es de María Reza, la directora y fundadora de Rappler en Filipinas, un medio digital que se ha hecho mundialmente famoso porque se ha sostenido con dignidad y valentía ante las ofensivas robotizadas legales y virtuales del gobierno de Rodrigo Duterte.

Reza y sus colegas documentaron y denunciaron la corrupción del régimen y la brutal política antidrogas que lleva a agentes policiales a meterse en las barriadas más pobres a cometer asesinatos extrajudiciales a mansalva. Por este trabajo, Rappler se ganó esta semana el premio mundial de periodismo de investigación del GIJN. (Ver esta otra historia de Reuters para un ejemplo que deja los pelos de punta). Otro premio se lo llevó IDL-Reporteros de Perú, por sus investigaciones del Lava Jato y el consiguiente intento de impunidad, Lava Juez. A ellos también los embistieron bots humanos y virtuales al servicio de los partidos corruptos.

Reza dijo además, en la ceremonia de los premios el sábado pasado, que en su país ha visto “tornar las redes sociales y el sistema de justicia en armas contra quienes hacen preguntas… quienes exigen respeto por los derechos consagrados en nuestra Constitución”. Sus palabras resonaron en los oídos de los 1.500 periodistas investigativos que había en el auditorio.

Christopher Wylie, el joven informante de Cambridge Analytica, le contó a Reza que Filipinas había sido el conejillo de Indias de la red virtual de operaciones sicológicas de Steve Bannon, exasesor estratégico de la Casa Blanca y quien ayudó a crear esta empresa. Esta fue la firma que robó datos de Facebook de 50 millones de ciudadanos para venderles mentiras creíbles en favor de Trump, cuando este compitió por la Presidencia de Estados Unidos en 2016. “Ustedes [en Filipinas] tienen un presidente que es un Trump, antes de que Trump fuera Trump, y personas cercanas a él tienen relaciones con SCL y [su subsidiaria] Cambridge Analytica, y tienen casi tanta información de gente recogida en plataformas como en Estados Unidos (…) El colonialismo no murió, sólo se mudó a internet”.

A los periodistas brasileños la historia de Reza también les resulta familiar. Su presidente Bolsonaro, cuyo hijo Eduardo es cercano a Bannon, subió al poder con el apoyo virtual de entusiastas robots y la extraña participación de grupos de extrema derecha estadounidense. Al igual que con Rappler, en Brasil un ejército de troles malignos salió a destruir la reputación y a intentar quebrar el espíritu de Patricia Campos Mello y su diario Folha de São Paulo por haber puesto al desnudo una de las de los bolsonaristas.

Aquí en Colombia la violación sistemática de los derechos humanos vino mucho antes de que existieran Facebook o YouTube, y no necesitó de campañas de manipulación como antesala. No cabe duda, sin embargo, de que en estas elecciones hay estrategias en redes de políticos de extremos que simulan perfiles reales y que, al decir de la periodista filipina, buscan ablandar el terreno para que calen mejor los discursos de soluciones fáciles de mano dura de nuestros populistas autoritarios criollos. De este modo, debilitan una acción civil democrática admirable y que con sufrimiento se ha conseguido robustecer en Colombia. Más vale que la defendamos con pasión, como dijo Reza, porque está bajo fuego en todas partes. Es lo único que impedirá que estos nuevos demagogos, ascendidos al poder en la fraudulenta espiral del odio virtual, ganen nuevas elecciones.

 

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