Humanidad para las cárceles

Luis Felipe Henao
28 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.

El coronavirus se está disparando en todo el mundo. Semanalmente se están duplicando los casos de infectados y falta la peor parte: los países en desarrollo. Si en algunos países de Europa están muriendo más de 500 personas por día, cuando lleguemos a esas cifras de contagio en Latinoamérica la situación será devastadora. Hace unas semanas algunas personas se atrevieron a decir que el virus no afectaría el trópico y que se quedaría en Europa. Nada más alejado de la realidad. Brasil y Australia ya van por los 3.000 casos y la única razón para que el virus no se haya extendido masivamente en el África subsahariana es el aislamiento de muchos de esos países.

Lo más complejo es que nuestros sistemas de salud en Latinoamérica tienen la mitad de la capacidad que Italia (1,5 frente a tres camas por paciente), por lo cual podemos esperar que si el virus se propaga el índice de mortalidad va a ser por lo menos del doble, es decir, ¡del 16 % de los infectados! Por ello, la única posible medida para dar respuesta al coronavirus en nuestros países es quedarse en casa. Sin embargo, hay miles de personas que no pueden hacerlo porque están privadas de la libertad, expuestos a que si les llega el virus sufran una catástrofe sin precedentes.

Las cifras de hacinamiento en Colombia reportadas por el INPEC superan el 48%; sin embargo, en nueve establecimientos supera el 200%, llegándose a extremos como los de Andes y Riohacha donde se supera el 350%, es decir que en donde debería haber un interno hay cinco, lo cual vulnera la dignidad humana y para el Estado implica una posición de garante frente a la población carcelaria. La propia ONU ha señalado la grave situación que afecta a las cáceles y que la protección de los internos frente al COVID-19 es precaria.

Todo ello exige que se adopten medidas urgentes para dar solución a la crisis carcelaria que impliquen, además de la concesión de prisión domiciliaria a las personas que hayan cometido delitos menores, una serie de medidas urgentes para evitar que se exponga a los internos al virus. Dentro de los instrumentos penitenciarios puede aplicarse la virtualización de todas las audiencias, la suspensión de los traslados, la revisión urgente de los presos que deben estar en libertad por pena cumplida, el escalonamiento de las visitas para evitar aglomeraciones y su limitación por números, y el apoyo a la guardia, pues en toda Latinoamérica se están presentando amotinamientos. Dentro de los mecanismos penales es esencial que la Fiscalía, los jueces y los medios de comunicación sean conscientes de que solamente se puede solicitar y ordenar detenciones preventivas en casos graves. Por ello no tiene sentido adoptar todas estas medidas si se pretende meter a la cárcel a quienes violen la cuarentena, pues ello dispararía nuevamente las cifras de hacinamiento. Para sancionar a los irresponsables se pueden aplicar multas o sanciones administrativas, pero no la cárcel.

Es un momento para reflexionar como sociedad, para apoyar al presidente y a los gobernadores y alcaldes que, como Claudia López, están trabajando fuertemente para responder a la crisis. Estamos en guerra y tenemos un enemigo claro. Ya lo ha dicho el director de la OMS: la única forma de vencer en esta batalla es atacando a la pandemia juntos.

 

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