Hundir la revocatoria: ¿orden “purasangre”?

Aurelio Suárez
10 de octubre de 2017 - 10:00 p. m.

Se cumplen 22 meses de la administración de Enrique Peñalosa y la ciudad lo raja en sus principales problemáticas; sus propuestas no se cristalizan, y en los sondeos tres de cada cuatro bogotanos votarían una revocatoria. En gracia de discusión, se puede decir que ha continuado unas obras del gobierno Petro; que inició la construcción de tres colegios; que hay planos a mano alzada del “esbelto” metro elevado; unas cuantas canchas sintéticas; el 10 % de los huecos tapados y algunas paredes limpias. El SITP y Transmilenio explotaron; la salud es un despelote y campea el hurto a personas.

Su estilo de relacionarse con la gente provoca choques cuando se burla de los argumentos contrarios lo que, además de generarle animadversión, le resta credibilidad, ya que en muchas ocasiones esgrime falacias como si fueran razones. Lo que unos medios llaman “incomprensión” de la ciudadanía va de la mano con el mal desempeño en indicadores sociales como la pobreza monetaria y el desempleo, en los que Bogotá ya no está entre las ocho menores, y es la tercera ciudad más desigual del país.

La situación de Peñalosa se agrava con el ejercicio autoritario ante las protestas ciudadanas, que señala como “vandálicas”. Vendedores ambulantes, usuarios del transporte, estudiantes, habitantes de calle, vecinos del relleno Doña Juana y personas en condición de discapacidad, entre otros, han sido atropellados por el Esmad. No propiamente aplica la admonición del papa Francisco: “Poner la mirada en los marginados”. Al contrario, sus esfuerzos se centran en fortalecer estructuras de poder que desde hace más de 20 años han capturado las principales rentas. La proyección de la aplicación de fondos oficiales muestra que los impuestos confiscatorios y el cuantioso endeudamiento público por contratarse apuntan a un objetivo prioritario: “Buses por todos lados por los próximos 100 años”. Operadores del transporte, magnates del negocio inmobiliario, firmas automotrices internacionales y el sector financiero –los favoritos de Peñalosa– van en combo. Y son estos “purasangres” quienes, en coyunda con los “purasangres” de la política, de las toldas de Uribe, Santos y Vargas, forman mayorías en el Concejo y sabotean la revocatoria en el Consejo Nacional Electoral.

Y esa execrable división de Bogotá es justo la peor equivocación de Peñalosa. Son los billones de pesos en juego los que motivan el sabotaje a toda costa de la evaluación ciudadana de su mandato, que no es amplio ni diverso y que desecha otra prescripción de Francisco: “No se hace sólo con algunos de «pura sangre», sino con todos”. Peñalosa no predica la lucha de clases, pero la ejerce y así tiene asegurado el fracaso del que no lo salvarán los magnates de su compadrazgo. ¡Qué mal alcalde!

 

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