Icetex: acabarlo versus reformarlo

Daniel Mera Villamizar
16 de junio de 2018 - 06:00 a. m.

Sí existe un problema social, pero la solución no es la de Petro.

Usaré aquí un método inductivo (de lo específico a lo general) para abordar uno de los retos más complejos en el diseño del sistema de educación superior: la financiación.

Entre los 225.000 beneficiarios que recibieron su primer giro entre 2011 y 2016, el Icetex tiene 14.000 que abandonaron sus estudios. Gran parte de ellos están en una situación muy difícil: frustrados en lo académico, sin trabajo o trabajo informal precario, con las cuotas de la deuda persiguiéndolos y daños colaterales. El 33% se encuentra en mora superior a 90 días.

¿Cuál es la solución del populismo para este problema? Condonar las deudas. ¿Cuál sería una solución social responsable financieramente? Pasar a estos deudores a un esquema de pago dependiente del ingreso. Si usted está desempleado, cesa el cobro. Si está empleado, paga en una proporción de su ingreso que no resulte demasiado elevada.

Suena razonable y justo, y funciona en otros países. En Colombia estamos cerca de la promulgación de la ley que permite un piloto de Financiación Contingente al Ingreso, FCI, para 10.000 beneficiarios.

Ahora, el mismo problema en escala mayor. Una investigación por publicarse de Juan Felipe Penagos halló que si no se cobrara interés real y se mantiene un pago mensual fijo durante diez años, las personas que tengan un ingreso en el quintil más bajo de ingresos no alcanzarían a pagar la cuota.

Las personas en el quintil dos tendrían que dedicar la mitad de sus ingresos mensuales a pagar la cuota; los del quintil tres, una tercera parte, y los del quintil cuarto, una quinta parte. Es decir, el sistema de préstamo actual no es adecuado para los graduados con ingresos bajos o medios y solo sería apropiado para los que tienen el mayor ingreso (los que probablemente no necesitan estos préstamos).

Así que el descontento social tiene razones válidas. De hecho, el nuevo Congreso contará con más voceros de los beneficiarios del Icetex.

Sin embargo, no hay que perder la perspectiva. Cuando la OCDE dice que “el país tiene un excelente sistema de crédito estudiantil y el Icetex es el primero en el mundo”, tal vez exagera un poco, pero está señalando una experiencia y una institución sobre la que se puede construir.

La perspectiva de Petro es que si la educación superior es gratuita y universal, pues no necesita sistema de crédito estudiantil. Acaba el Icetex.

La idea de Duque es distinta: pasar de 50.000 a 200.000 créditos anuales, lo que implica eliminar la restricción legal de solo otorgar créditos a estudiantes de instituciones acreditadas.

Pero como Duque quiere meter la reforma educativa en el “Gran pacto por Colombia” (una coalición política centrista), aquí tiene una oportunidad de hacer un acuerdo político programático con el Partido Liberal. El programa de Humberto de la Calle fue el que más sensible y técnicamente trató el problema del actual modelo del Icetex.

Prometió una “reingeniería completa del Icetex, para transformarlo en el Banco de la Inteligencia”. Que “los intereses no serán capitalizables; las cuotas serán calculadas en función de la capacidad de pago, y no en función del monto adeudado”. No hay que hacerlo tal cual, pero sí es un buen complemento para llegar a una fórmula que enfrente el problema existente y el reto más general del rediseño de la financiación de la educación superior.

El sistema actual hace cobros durante la época de estudios, una cuota fija de pago durante un número fijo de años después de terminar los estudios y quien tiene problemas para pagar afecta su reputación crediticia. En un nuevo sistema posible no se pagaría durante la época de estudios, la cuota varía porque sería un porcentaje de los ingresos, los años de pago no serían fijos, y como no sería un préstamo no afectaría la reputación crediticia.

Suena razonable y justo, pero no es fácil de implementar por el fondeo inicial. No obstante, en un horizonte de mediano y largo plazo, el país debería considerar que en un nuevo sistema como el esbozado todos los egresados de educación superior pública contribuyan marginalmente, por un determinado número de años, a la sostenibilidad financiera de una educación de calidad que aumente la productividad, la equidad y la movilidad social en un círculo virtuoso.  

@DanielMeraV

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