Idealista anacrónico

Fernando Araújo Vélez
09 de marzo de 2019 - 03:26 a. m.

Me siento como un imbécil cuando digo que no nos podemos dejar morir de realidad, cuando recuerdo las veces que repetí que quería vivir siempre, todos los días y a todas horas, con el cuchillo en la garganta y cuando leo ante cinco o seis gatos despelucados una frase de Tolstói que siempre me hace temblar de la emoción, por frase y por compromiso: La tranquilidad es una bajeza moral. Me siento como un idealista anacrónico cuando pienso que definitivamente pasaron de moda el tratar de ser una buena persona, las luchas por todos y no por un grupo, o el humanismo, si queremos ponerle un nombre, y apostarle a lo imposible, aunque me cueste la vida, como decía la canción. De imbécil paso a idealista anacrónico, y de idealista anacrónico, a vencido.

Vencido, cuando constato que cada vez más el mejor libro es el más vendido, y que la gran mayoría de escritores escribe para ser el más vendido y para ganarse premios, no para decir algo, y si lo dicen, muchas veces es a cambio de algo contante y sonante. Vencido cuando comprendo, cuando por fin me quito las telarañas idealistas de la cabeza y comprendo que quien clava puñales por la espalda y se vende y pone zancadillas y va por la vida a punta de codazos, trampas y viveza jamás se arrepiente, pues pisoteando al otro es que llega a su meta, y la meta es lo único que le importa. Vencido cuando veo que los periodistas escriben para tener clics o para hacerle el favor a alguien, y cuando lo hacen, por supuesto, también es a cambio de algo muy contante y muy sonante.

Vencido por momentos, y por más momentos y pese a todo, idealista, imbécil, anacrónico e ingenuo, aún creo en viejas tablas y por ellas escribo, porque escribir me salva, nos salva, y por aquellas viejas tablas estoy convencido de que lo que escribamos es lo que va a quedar de nosotros, y por ellas voy viviendo en estado de escribir, y por ellas, también, estoy seguro de que las palabras son las mejores armas para combatir la realidad, que es como decir la practicidad, las mediciones, las modas, las instrucciones. Aún creo en viejas tablas, o quiero engañarme con ellas, para repetir una vez más que tres escritores hablan de literatura, y tres músicos, de música, pero tres políticos y tres abogados y tres militares hablan de otras cosas, y no solo hablan de otras cosas, sino que actúan, funcionan para conseguir esas otras cosas, caiga quien caiga.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

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