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"Imperio, acción y punición"

Antieditorial
06 de octubre de 2014 - 02:36 a. m.

Sanear ese tejido moralmente —“desde el interior”—, es decir, “a convicción”, ha resultado un dramático, complejo, insuficiente y fallido procedimiento.

Quizá en muchos, ese fuero interno ha dictaminado efectivos juicios de valor que han acrisolado desviadas conductas. Pero en otros, miles, ni el reproche externo, ni mucho menos aquel intrínseco, han hecho mella alguna en su propósito de transgredir los marcos del buen código de conducta en sociedad.

Nuestro tejido social tiene “tatuado” el ADN de la insurrección; manifiesta desde los comportamientos sociales más reprochables hasta el acaecer delictual más lesivo.

Los escándalos en vía pública, los borrachos indecentes, el perturbar recintos cerrados con el cigarrillo, el ofender y provocar al ciudadano respetuoso colándose en la fila, el “morbosear” (que no “piropear”, ¡ojo!) con desenfreno a una dama, y demás “caricias” al Código Penal, me parece oportuno que entren a engrosar el Código de Policía. No son nimiedades que pasen desapercibidas y sí irritan al ciudadano civilizado. Con o sin “talonario en mano”, si la policía tiene vía libre para irrumpir en un abrumador y ruidoso ágape, que está atormentando a los residentes, bienvenidos siempre. Que arrecien con gran determinación contra los inciviles y perturbadores. Con herramientas que también apaleen sus bolsillos.

Sin asociar tal proceder necesariamente con una voraz forma burócrata de “pescar en torrenciales corrientes”...

En nuestra sociedad aún hay un número muy significativo de “malos” que se rehúsan a vivir siendo “buenos”. Y los “buenos” estamos “mamaos”, esperando que aquellos “dejen de ser malos a las buenas”. Bienvenido el teorema de “la letra con sangre entra”. Sociedades instruidas del mundo entero, primero tuvieron que pasar por la imposición antes de transpirar civilización (a convicción). Ninguna censura debería tener el propender porque “todos seamos buenos a las malas”.

Extraer la enjundia que embadurna aquella odiosa premisa de “la cultura del incumplimiento”, “el vivo vive del bobo” y demás “cátedra” funesta que se imparte “desde las escuelas, oficinas y andenes”, “a la fuerza”, no estaría de más. En absoluto. ¡Estamos en mora!

“Las medidas de esta vida son medicinales; por eso, cuando no es suficiente una, se añade otra; al igual que los médicos recetan también distintas medicinas cuando una no es eficaz”.

¿Asignarle singular preeminencia al tejido social con medidas disuasivas? ¡Adelante!

¡A considerar, pues, las posibilidades con las que cuenta una sociedad moderna para redimirse eficazmente!

En nombre de la tranquilidad y el respeto de los ciudadanos decentes, ¡que se reprima y castigue el bolsillo de los gamberros y maleducados!... y, en nombre de la dignidad y la serenidad de los decorosos, “que la propiedad de los culpables incultos y necios les sea disminuida mediante multas y confiscas. El gran valor de un bien justifica la diversidad de tratamientos respecto de los que respetan las leyes y los que no”.

Que se diluyan, entonces, los señalamientos en el sentido de llamar “draconianas” las nuevas contravenciones convocadas a incorporar el Códice de Policía.

Dracón contribuyó a través de una legislación “severa” para que la sociedad de la época diera el primer paso hacia un Estado democrático.

Y, finalmente, ¡claro que somos capaces de romper el círculo de las malas prácticas y los pésimos comportamientos! Pero no exclusivamente por cuenta y riesgo de la conciencia. Ya la experiencia demostró con creces que fracasamos en el intento.

 

 

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