Impolítico

Oscar Guardiola-Rivera
18 de marzo de 2020 - 02:00 a. m.

Mientras que Francia y Escandinavia asumen créditos y suspenden alquileres o garantizan un ingreso mínimo universal a sus habitantes, Gran Bretaña y los EE. UU. apelan al lenguaje de la comunidad en marcha, el espíritu del “blitz” y el chivo expiatorio. Trump llama al Covid-19 el “virus chino”.

Los comentaristas ingleses se refieren al presupuesto presentado por un gobierno de financistas como una “economía de guerra”. La diferencia poco tiene que ver con derecha e izquierda. Macron no es un socialista. Los actuales conservadores ingleses han abandonado sus posiciones de austeridad en favor del gasto y el intervencionismo estatal. Se trata, antes bien, de distinguir entre “comunidad” y “sociedad” como eje articulador de las distinciones políticas. La última vez que ello tuvo lugar fue en 1928. En ese año el escritor alemán Thomas Mann advertía que el triunfo de la idea de comunidad forjada en la guerra era visto por un extendido sector de la cultura, la publicidad y la opinión pública no solo como la superación definitiva del marxismo sino también de “la idea de 1789”.

A esta última se contraponía “la idea de 1914”, el socialismo nacionalista y de estado que triunfa no solo sobre el socialismo marxista sino también sobre el liberalismo y la democracia. Dicho intento por borrar de la historia toda traza de intencionalidad política como resultado de la contingencia bélica cristaliza la oposición entre una comunidad fuertemente impregnada de elementos aristocráticos y de culto y la sociedad no solo democrática sino también profana. Se trata, dice Mann, de una verdadera ideología de la guerra. Según dicha ideología, la muerte y el sacrificio consolidarían ulteriormente el sentimiento de comunidad nacional grande y orgullosa.

Este socialismo nacionalista y de estado se presenta a sí mismo como un movimiento restaurador de la vida social en el presente. Proveedor de una esperanza más o menos religiosa en las virtudes de la disciplina marcial, el colonialismo interno y la guerra. Al hacerlo, declara enemigos a quienes cuestionan la idea territorial de la patria y la nación, el patriarcalismo de la sangre, el suelo y las fronteras. Es precisamente contra esta visión que convierte en héroes a los tiranos de la historia que la literatura toda se levanta.  En el siglo V a.C. Sofocles introduce el “Oedipus Tyrannos” con una escena en la cual el protagonista enfrenta la dificultad de identificar el origen de la plaga que afecta a Tebas.

Como Duque pidiendo protección a la Virgen de Chiquinquirá. La causa es, por supuesto, su mal liderazgo. Pero la advertencia que nos hace desde el comienzo de a historia este drama es otra: en tiempos de crisis solemos pedir liderazgos más fuertes, nuevos amos. Y allí están los ideólogos de la guerra preparando ya sus campañas a la Bolsonaro, prestos a conceder nuestros deseos.

 

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