Impuestos a los ingresos más altos

Gonzalo Hernández
22 de enero de 2019 - 05:00 a. m.

Los temas de la política fiscal deben ser discutidos de manera permanente, no solo cuando los gobiernos tramitan reformas tributarias (leyes de financiamiento). En una de sus columnas recientes en el New York Times, Paul Krugman, premio Nobel de Economía, defiende una vez más la importancia de aumentar los impuestos pagados por los más ricos en los Estados Unidos, y ataca la idea de que menos impuestos a los ingresos más altos sean útiles para fomentar el crecimiento económico, el empleo y el bienestar general. 

El profesor Krugman cita los trabajos de Peter Diamond —también premio Nobel de Economía—, Emmanuel Saez y Christina Romer, que sugieren que la tasa óptima de impuestos para los ingresos más altos en los Estados Unidos debería estar entre 70 y 80 %. Para quienes piensan que estos números son demasiado elevados, vale la pena recordar que la tasa marginal más alta de impuestos fue 90 % a finales de la década de los 50 y a principios de los años 60. Y fue 70 % hasta el inicio de la década de los 80, cuando llegó triunfante el cuento de hadas del populismo de derecha de menos impuestos y más crecimiento —cuento que quieren poner ahora de moda en Colombia—. A finales de los 80, el gobierno republicano de George H. W. Bush puso esa tasa marginal en un nivel menor al 30 %. La política ni fomentó el crecimiento económico, ni creó más empleo, y sí profundizó el déficit fiscal. 

Tal como lo menciona Krugman, la justificación de una tasa de impuestos más alta para los más ricos tiene sentido —hasta cierto punto— con el concepto de utilidad marginal decreciente. Imaginemos, por ejemplo, a dos colombianos, uno con un salario anual de $10 millones, el otro con un salario anual de $360 millones. A ambos les damos un millón de pesos adicionales.  Seguro, elevaríamos mucho más el bienestar de aquel con bajos ingresos que el bienestar del que devenga $360 millones. Tomar, entonces, mediante impuestos, un millón de pesos de alguien rico para transferirlo a alguien pobre hará que el aumento de la felicidad del pobre sea mayor que la reducción —indiscutible— de la felicidad del rico. El bienestar general, el agregado, debería mejorar, a menos que, como ocurre en las seudodemocracias, el bienestar de unas élites minoritarias se considere más importante que el bienestar de la mayoría. 

¿Y qué dice Krugman sobre las ventajas de los recortes de impuestos? Su argumento es más simple y directo: no hay estudios serios con evidencia que apunte a que una política de menores impuestos a los más ricos traiga grandes beneficios a la economía.

Por supuesto, el debate de la política fiscal es más profundo y tiene más variantes que las recogidas por Krugman en su columna. Él lo sabe. No obstante, también sabe que estas ideas básicas de tributación pueden serles útiles a los ciudadanos para que tengan una primera línea de defensa cuando los políticos traten de ganar su voto con el cuento de “menos gasto público, menos impuestos, mejores salarios”. 

* Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).

 

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