Individualismo versus colectivismo

Santiago Montenegro
30 de septiembre de 2019 - 05:00 a. m.

Para recibir un doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional, visitó el país Adela Cortina, una de las grandes filósofas contemporáneas, preocupada, entre otros temas, de los dilemas éticos de nuestro tiempo. En las entrevistas que han difundido los principales diarios, Cortina ataca tanto el individualismo extremo así como el colectivismo, problemas que enfrentan las sociedades de hoy. En lugar de individuo, prefiere hablar de “persona” y, en lugar de colectivo, habla de “comunidad”. Así, en lugar de individualismo, Cortina prefiere hablar de personalismo, que explica como un individuo que vive en sociedad, que se siente ligado a otros, que se reconoce mutualmente con otros. “Hay que salvar a la persona, salvando a la comunidad”, afirma. Y para que exista esa persona debe haber una ética se debe enseñar en clases especializadas desde el colegio.

Aunque pudo haber pasado algo desapercibido, Adela Cortina define la época que vivimos como la modernidad, un concepto que es muy importante resaltar porque muchos, o lo han olvidado, o no lo han entendido. La modernidad es un fenómeno que es ya evidente hace unos 200 años en los países llamados de occidente, de los que hacemos parte querámoslo o no. Es una nueva concepción del mundo, que concibe al ser humano como autor de su propio plan de vida, que podía tener lo que Kant llamó autonomía y, por lo tanto, entierra la idea inmemorial de que tenemos un libreto ya escrito, un telos, del que no es posible separarnos. Como dice Cortina, a partir de entonces, el individuo tiene ya su entidad, es una persona y no tiene que disolverse en una comunidad. Pero la modernidad rompió también las estratificaciones sociales, la sujeción de unas personas a otras en razón de una posición social o de un apellido y, así, los seres humanos se igualaron, al menos en principio, como poseedores de unos derechos universales. Al crearse un ámbito que le pertenece solo a la persona, la modernidad hizo posible la libertad, primero de coacción y, crecientemente, en un sentido positivo como la capacidad para poder editar planes de vida.

La modernidad también creó un mecanismo mediante el cual los individuos, ahora ciudadanos, se comprometen a adoptar las decisiones públicas basadas en reglas previamente consensuadas, lo que llamamos democracia. Pero un punto que es crucial comprender es que todo lo anterior, la autonomía, el rompimiento de la estratificación social, la libertad y la democracia, fueron solo posibles gracias al creciente papel de la economía monetaria y la economía de mercado. Y, al hacer todas estas cosas, la modernidad destruyó una única moral colectiva, que le decía al individuo dónde vivir, qué debía hacer, a qué Dios orar, qué tenía que consumir. Dos siglos después, esa concepción del mundo y esos valores, que creó la modernidad, han producido el mayor nivel de bienestar y de libertad que la humanidad jamás imaginó. Pero la obligación de asumir la responsabilidad individual y la libertad para escoger un plan de vida también han sido, para muchos, cargas muy pesadas de aceptar, especialmente en épocas de crisis económicas y políticas. En épocas de crisis, muchas personas sueñan con volver al “paraíso” de la premodernidad, de la moral colectiva y de la sociedad cerrada. Para no dejar dudas —así como afirmó que defiende el personalismo—, Adela Cortina también fue muy clara en afirmar que aborrece el colectivismo.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar