Pazaporte

Infamia

Gloria Arias Nieto
28 de enero de 2020 - 05:00 a. m.

Que Ángela María Robledo haya perdido su curul, Antanas Mockus tenga que salir del Congreso y se cuestione la honorabilidad de la campaña de Humberto de la Calle son tres absurdos que atentan no solo contra ellos, sino contra la esencia de una democracia. Estas infamias son parte de un cerco levantado con sevicia contra opositores al Centro Democrático, partido al que no le alcanzará el futuro para sanar el daño que ha causado dividiendo a los colombianos a punta de artimañas, amenazas y animadversión.

En un régimen genuinamente democrático, no se llega al poder para mandar a callar al que piensa distinto. Se llega al poder para garantizar que quien piensa distinto tenga derecho a hacerlo, y se le respeten la vida, la honra y la verdad. Claro, para gobernar así hay que ser íntegro y exigente consigo mismo y con los demás; no sirve oír en blanco y negro, ni mirar de espaldas a la realidad. Un demócrata toma en serio la autonomía del otro; valora el equilibrio entre libre albedrío y solidaridad, y tiene la obligación de respetar el disenso, sin prejuicios, sin creerse el dueño del botón on-off de la libertad de pensamiento y del derecho a ejercer la vida sin mordazas. 

Y por nuestra parte, la obligación del gobernado en democracia es pensar, hacer, sentir y aportar; saber que la indiferencia es necia y agresiva, y que no podemos volvernos impermeables al dolor y a las injusticias. No estamos condenados a ser el peón de ese horrible ajedrez en el que un solo jugador se cree el dueño de ambos lados del tablero; y como el mañana no viene sellado y empacado al vacío, está en nuestras manos salir adelante, hacer respetar lo respetable y objetar todo aquello que intente borrar los derechos ciudadanos.

Somos corresponsales y corresponsables del país y de nuestra gente, y nos atañe rechazar el perverso señalamiento que hace el magistrado del Centro Democrático, en el Consejo Nacional Electoral, contra Humberto de la Calle. Respaldo públicamente al doctor Humberto; le agradeceré de aquí a la eternidad lo que hizo por darle paz a Colombia; y cada día que pasa y pesa este deplorable gobierno, más me duele que De la Calle no sea nuestro presidente.  

Necesitamos que sepan dentro y fuera de Colombia que, si la paz les asusta a muchos, a nosotros lo que nos indigna es la sola idea de volver a la guerra; la sola idea de un país dividido por las armas, amedrentado, inmovilizado por el rencor a los dos lados de un conflicto del que ya nos habíamos prometido mutuamente salir.

Parecería que algunos de quienes, vendiendo miedo compraron cargos o incluso el triunfo en las urnas, se sienten cómodos ejerciendo la tiranía de la intimidación, con sus particulares géneros de violencia, incluidas la persecución y la calumnia. Pero nadie está por encima de los códigos morales y penales; al menos nadie debería estarlo, y para ello es necesario no caer en las trampas de la anestesia, de la desolación o la apatía. Que se hagan sentir en absoluta paz y con total firmeza los electores de Ángela María Robledo, los de Antanas Mockus y los de Humberto de la Calle. Para rodearlos a ellos tres de solidaridad, ratificarles nuestra plena confianza y llenarlos de ánimo. Y para que nuestros nietos no puedan decirnos mañana que fuimos débiles y que nos dejamos arrebatar la paz y la democracia, como si no entendiéramos que, con ello, nos anulaban la vida.

ariasgloria@hotmail.com

 

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