Infantilismo de derechas

Oscar Guardiola-Rivera
13 de abril de 2019 - 02:00 a. m.

Son los gobernantes blancos y mestizos, no los indígenas y afros en protesta, quienes regresan a un estado de infantilismo practico y teórico. Dicho infantilismo reside en que tales gobernantes se muestran incapaces de sostener su legitimidad en un programa y objeto propio. En cambio, entran en toda clase de alianzas cuestionables: con la administración Trump, que al invocar una variante de la Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto hace evidente su objetivo de redibujar la línea divisoria del color en el hemisferio y regresarnos al siglo XIX; con la filosofía parapolítica de quienes justifican aún las masacres como lo habrían hecho en el pasado bajo el pretexto de que es el otro lado el que encarna el terrorismo y la violencia; con la internacional neofascista que Steve Bannon y otros ideólogos reaccionarios se han dedicado a construir desde la Gran Bretaña del Tory brexit al Brasil de la familia Bolsonaro. No es casualidad que en Estados Unidos, Colombia y Brasil la reacción en marcha busque criminalizar la protesta indígena o justificar la masacre y el desplazamiento forzado cuando sus protagonistas no se comportan como “mis indígenas”. La incalificable Rosa Cotes los definió “aterrizados, inteligentes y preparados”. ¿No querrá decir “subordinados”? No se trata ni de un malentendido ni de una ofensa. No es un asunto de corrección política. Entendemos bien lo que en verdad quieren decir, así se desdigan después, así atribuyan lo dicho a un desliz. Quieren regresarnos a la encomienda. ¿No serán más bien estas élites las que no terminan de salir de ella? Para decirlo de una buena vez: este es un nuevo ciclo de eso que en economía política solía denominarse “acumulación primitiva”. Masacrar, desplazar, concentrar y separar a indígenas y otros en una reserva o una “categoría protegida” bajo el pretexto de proteger su cultura, como en los museos, son formas de hacer disponibles ambientes, territorios y poblaciones para la apropiación y el saqueo, justificados luego como libertad económica y virtud emprendedora. Estas élites reaccionarias buscan reducir el total de la ciudadanía y los sujetos a una población disponible o desechable, de un lado, y del otro conservar la libertad, la igualdad y la fraternidad solo para unos pocos. Sus cuestionables alianzas son el síntoma. Son incapaces de reconocer que la igualdad y la libertad universales, tal como las entendió por primera vez en este hemisferio la Constitución haitiana entre 1801 y 1805, constituyen un objeto irreducible. Se trata de postular dicha igualdad-libertad como un punto de partida irreducible y estimar lo que en la práctica se sigue de ello. En eso consiste la política como ciencia. Lo demás es infantilismo. Es la enfermedad de los reaccionarios actuales.

 

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