Infundirle miedo a la protesta, táctica sucia

Cecilia Orozco Tascón
20 de noviembre de 2019 - 00:00 a. m.

De la táctica mezquina: “(Incentivamos) la indignación. Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”, a la actual: “Infundamos pánico para que los indignados que se nos voltearon se asusten y no salgan a protestar”, no hay ninguna diferencia. La estrategia es exacta. Se trata de la manipulación de los dos sentimientos que han movido buena parte de la historia del poder político en el mundo: el odio y el miedo. No hay ninguna creatividad en la aplicación de esa teoría centenaria utilizada por el uribismo criollo que ha destruido, con ella, la esperanza de nuestro presente y nuestro futuro, salvo que la ciudadanía, finalmente, se le plante, exija sus derechos y decida convivir con los otros sin bombardear sus ideas ni a sus niños. El uribismo repite, eso sí con eficiencia, el método Maquiavelo de dominación de masas. Pero, esta vez, el temor sembrado por su mano, en un intento de sabotear las marchas de más de 50 organizaciones sindicales y sociales y de miles de personas del común que no tienen dirección distinta que la que les indica su propia voluntad, se le devolvió como bumerán. Y, hoy, el Gobierno, su Gobierno, se encuentra asfixiado y con el agua al cuello por la posibilidad de que mañana se presente una confrontación civil cuyo germen nació con sus mensajeros extremistas.

El plan antiparo se inició, formalmente, en el corazón de la bancada oficialista, por boca y expresión solemne de su líder “eterno”. El senador expresidente, en su estilo autoritario, se hizo acompañar de sus subalternos más abyectos, diga usted un Macías o un Mejía, para dar una declaración pública en que descalificaba la convocatoria (ver): “El paro… hace parte del Foro de São Paulo que intenta desestabilizar la democracia de América Latina secundado por grupos opositores cuyo propósito ha sido bloquear el gobierno del presidente Iván Duque”. Este mensaje de deslegitimación de la clásica expresión popular de descontento en las democracias (las marchas) se ha repetido, de una u otra manera, en estos días, en eventos físicos y, sobre todo, en redes sociales, el coto de caza de los criminales del ámbito virtual en donde pueden incurrir en los delitos que quieran, sin ciberjueces que los metan a la cárcel.

“El Foro de São Paulo” es el argumento de moda en la ultraderecha desde el momento en que el jefe dio la largada. Antes, eran otros: “el comunismo internacional”; “el terrorismo de la Far (sic)”; “la venezonalización de Colombia”; “el castrochavismo santista”, etc. Uribe y sus grupos de choque, como se hacen llamar abiertamente unos, pretenden detener la voz de descontento que se escuchará en calles y plazas. Y, para eso, había que renovar el eslogan con impacto. Así que el senador expresidente echó mano de un caduco centro político creado por Lula da Silva hace 20 años para trasplantarlo a Colombia en forma de coco, ese ser imaginario con que se advierte a los chicos que si no se portan bien, se los lleva un buitre para alimentarse de ellos. Aparecieron, entonces, unos videos terroríficos. Primero, el de un supuesto estudiante encapuchado que habla con vocabulario semicastrense sobre ataques físicos y destrucción de bienes durante la jornada de protesta (ver). Ya descubierto, el uribismo desplegó su segunda fase con trinos basados en falsedades, no importa que rayaran en la ridiculez. La inefable pareja Lafaurie-Cabal se lanzó al agua sin pena: el primero, mezclando el paro con ritos satánicos y la segunda, confundiendo a youtubers populares del continente con terroristas promotores de las marchas. Sus posteriores disculpas fueron aún más vergonzosas. En la tercera fase, publicaron videos formales, en todo caso, con mensajes exagerados (ver). Y el pasado fin de semana, expusieron otros videos de personajes envalentonados porque se consideran parte del poder gobernante (ver). Aunque, ¡qué pena!, permítanme decirlo: parecen provenir, más bien, de las tinieblas paramilitares. Fue cuando el Gobierno, personificación del Estado, se dio cuenta de que su creación era un frankenstein. Mañana lo tendrá que combatir. A ver cómo le va. Le deseamos la mejor de las suertes en beneficio de esa paz que los manifestantes amamos y que tanto odian los copartidarios del presidente.

 

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