Insidia

Piedad Bonnett
11 de febrero de 2018 - 04:30 a. m.

El diccionario define insidia como: “palabras o acción que envuelven mala intención”, e “insidioso” como “malicioso o dañino con apariencias inofensivas”. Todos conocemos algún insidioso: al que con una frase que parece ingenua nos quiere malquistar con otro, o siembra dudas sobre la idoneidad, las inclinaciones sexuales o la honradez de alguien. Las redes están llenas de ese veneno en pequeñas dosis, que puede parecer inofensivo ante la virulencia de los iracundos, pero que es grave por el clima malsano que crea. Pero más grave aún es cuando esa perfidia maliciosa aparece en boca de un líder político o cualquiera que incida en la opinión pública.

La semana pasada tuvimos un ejemplo claro de insidia periodística cuando Saúl Hernández, un uribista furibundo, quiso enlodar a Claudia Morales acusándola de “armar un bochinche, no de defender un supuesto derecho al silencio”, de querer hacer daño a A. Uribe con un “aprovechamiento oportunista del asunto” y de callar el nombre del agresor —y aquí va la puñalada trapera— “para no incurrir en la calumnia”. Léase: Claudia miente. Pero, además, el columnista inscribe la defensa de su señor en el más insidioso de los argumentos: según un estudio al que alude, las acusaciones falsas por abuso sexual “alcanzan el 41 % de los casos”, y en el 25 % “el sospechoso quedó excluido por el examen de ADN”. Poner así en duda el testimonio de casi la mitad de las mujeres que denuncian abuso o agresión sexual para arrasar con Claudia Morales y defender al sospechoso es totalmente malintencionado. Y grave.

Claro está que Hernández sigue el ejemplo de su señor, maestro en el arte de la insidia. El que alguna vez dijo que si a las víctimas de los falsos positivos las mataban “no sería por estar recogiendo café” acaba de atribuir la infortunada muerte de María Andrea Cabrera a la inseguridad nacional; y sin dar tiempo al dictamen de Medicina Legal escribió en Twitter: “El asesinato de la hijita de mi general Fabricio Cabrera muestra una tragedia de Patria. Qué dolor”. Hablar de asesinato cuando todo hace pensar en una muerte natural y de “tragedia de Patria” para culpar al Gobierno es un ejemplo de insidia.

No son pocos los políticos y periodistas insidiosos. Lo son quienes titulan “Venezolanos estarían usando escopolamina…” o “Venezolanos ladrones y violadores”, incitando a la xenofobia. Porque no se titula así, aunque sea cierto. Como no se titula “negro mata” o “musulmán roba”. Carolin Emcke escribe en Contra el odio: ¿se imaginan que se anunciara cada crimen diciendo que lo cometió un “hombre blanco” o “un cristiano”? Tal vez hacer este ejercicio nos enseñe algo. Tampoco se salvan los llamados intelectuales. Hace poco un reseñista de cine desbarata Ciro y yo, callando sus virtudes y aduciendo, en cambio, que el “centralismo” del director lo llevó a manipular al protagonista, presentándolo sólo como víctima. Es decir, que no hizo la película que el crítico habría hecho. Y yo misma tuve que leer hace unos años la “interpretación” de un “crítico”, según la cual lo que nunca entendí fue que mi hijo se mató porque no pudo resistir las exigencias que yo le hacía. Atrevidos. Lo que el diccionario no dice es que la insidia es siempre una versión solapada del odio y una incitación a la violencia.

 

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