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Iracundia o concordia

Luis I. Sandoval M.
06 de octubre de 2020 - 03:00 a. m.

La constancia del Senador Iván Cepeda Castro el 29 de septiembre en plenaria virtual del Senado de la República alerta sobre la posibilidad de una Declaración de Estado de Conmoción Interior por parte del gobierno recurriendo al artículo 213 de la Constitución.

El Senador atribuye a fuente creíble lo que se estaría fraguando en la Casa de Nariño. Así no esté absolutamente comprobado que la coalición de gobierno, dirigida por el Centro Democrático, tenga decidido dar ese paso, el tema reviste enorme gravedad.

En columna anterior señalé las características de la coyuntura trágica que estamos atravesando. Otros y otras analistas avanzaron en mostrar que, más que polarización, lo que vive el país es el afán del proyecto autoritario de perpetuarse, por cualquier medio, en tanto un amplio movimiento democrático legítima y heroicamente trata de erigirse en alternativa de gobierno.

Innegable la crisis que se origina en el propio proyecto autoritario. Crisis por la incompetencia del gobierno y los incumplimientos en todos los campos: incumple los acuerdos de paz, los acuerdos con los movimientos, incumple sus propios anuncios como los expresados en la posesión el 7 de agosto de 2018; crisis de una legitimidad mellada por la neñepolítica y las cercanías de la Vicepresidenta con negocios de los narcos; crisis porque la justicia está develando los manejos tortuosos de su máximo jefe, hoy en detención preventiva, así como los de algunos de sus abogados.

Crisis por los abusos y escándalos de la fuerza pública que estallan a diario, fuerza pública que fácilmente se desborda al enfrentar las protestas pero que no es capaz de defender la vida de los líderes y lideresas sociales en los complejos contextos regionales; crisis por la torpeza en el manejo de las relaciones con los vecinos y por la obsecuencia con la potencia norteamericana cuyos dictados sigue sin rubor dejando instalar militares gringos en el territorio sin autorización del Congreso, aceptando la imposición del glifosato contra los cultivos de coca, prestándose para agredir a Venezuela; crisis por desconocimiento y desacato a los fallos de las Cortes y por el afán desmedido de concentrar los hilos de todos los poderes en el Ejecutivo, incluidos los órganos de control.

Un gobierno en apuros, cercado por la correcta actuación de la justicia, por la fundada inconformidad ciudadana y por sus propios errores y falencias, es el que piensa en la Conmoción Interior. No es un paso para buscar soluciones a tantos problemas de las mayorías sino para procurarse una supuesta salida incurriendo en un exabrupto mayor, que tampoco lo salvará, pero con lo cual ocasionará una lesión irreparable a la vida democrática.

Natural que frente a tanto desvarío la sociedad reaccione activando los resortes de un relevo democrático. Pero lo que interpretan en los cenáculos del régimen, cuando se ven puestos al desnudo por los hechos, es que hay una conjura, una diabólica conspiración, como lo ha expresado desembozadamente en reciente comunicado el Partido Conservador integrante de la coalición de gobierno. Juego democrático de oposición no es confabulación.

Nada se soluciona con que el Ejecutivo avasalle a los demás poderes y a la ciudadanía. La arrogancia y la terquedad no conducen a buen puerto a un gobierno. En cambio la serenidad y el diálogo son recursos claves cuando se asume que se gobierna un país complejo y que el gobierno no puede reducirse a un egoísmo en favor de su partido o de sus amigos, así estos estén en dificultades.

Si realmente lo que se quiere son soluciones, sin decretar conmoción, el gobierno puede convocar un verdadero diálogo nacional en el que se tomen en cuenta integralmente los acuerdos de paz que gozan de universal apoyo (Conferencia 26 de septiembre), las justas demandas de la incesante protesta social (Pliego del Paro Nacional), las atinadas propuestas de la Misión de Sabios que el Presidente convocó y luego desatendió (febrero-diciembre 2019).

Gobernar con éxito supone una buena dosis de humildad republicana, aún en un esquema tan acentuadamente presidencialista como el nuestro, porque nunca un solo poder tiene la razón. Hay que aceptar que otros poderes, la justicia, el congreso, los órganos de control, cumplan sus funciones, tomen sus decisiones y asuman sus responsabilidades. Es la regla elemental de los pesos y contrapesos.

El gobierno no puede someter al país a la costosa aventura de más autoritarismo y más guerra. La crisis que es real no puede superarse afianzando el curso bonapartista del régimen político mediante la Declaración de Conmoción Interior. La encrucijada a la que el Centro Democrático ha llevado al país guiado por la iracundia solo se supera instaurando la concordia por la vía democrática. Ese es hoy el dilema: iracundia o concordia. luis.sandoval.1843@gmail.com

 

Pompeyo(18990)06 de octubre de 2020 - 03:43 p. m.
Que comentario más absurdo y traído de los cabellos.
-(-)06 de octubre de 2020 - 12:15 p. m.
Este comentario fue borrado.
KLIM(d3hga)06 de octubre de 2020 - 12:16 p. m.
Se equivoca el columnista de cabo a rabo. Esa turbia negociación, con criminales de lesa de humanidad a cambio de una medallita, no compromete a la nación ni al pueblo colombiano. Nosotros los colombianos escogeremos libremente el camino a seguir y nuestro futuro y si no le gusta a la Unión Europea o a la CIDH, pues de malas por ellos.
Atenas(06773)06 de octubre de 2020 - 05:39 p. m.
No, no, no, este Lucho no despierta ningún emoción con sus repetitivas diatribas. Y se esfuerza Sandoval, y se hernia, mas todo le sale mal. Otro pa cambiar de profesión, su opinadera, ¡¡qué mamera!! Lo compadezco.
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