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Irán: las elecciones que cambiaron la historia

Arlene B. Tickner
24 de junio de 2009 - 02:40 a. m.

Sea cual sea el desenlace final de la agitada situación que se vive en Irán después de conocerse los resultados de la contienda presidencial, se trata de unas elecciones históricas que marcan un hito fundamental en el rumbo político de ese país.

La campaña electoral, así como la negativa del Consejo de los Guardianes de anular los resultados y llamar a nuevas elecciones, pone de presente la existencia de dos visiones antagónicas acerca de la Revolución Islámica de 1979. Para la oposición, compuesta por centristas y reformistas, ésta debería redundar en la evolución gradual de la democracia y la equidad económica y social.  En contraste, los conversadores practican una lectura distinta del Islam, que se ha traducido, en el caso del actual presidente, Mahmoud Ahmadinejad, en un estilo autoritario y populista de gobierno.

Para los primeros, la maduración política de Irán se produjo en 1997 (y nuevamente en 2001) con la elección por mayoría abrumadora de Mohammed Katami, quien se destacó por un estilo de liderazgo más democrático y moderado. A pesar de que la incapacidad de Katami de institucionalizar las reformas políticas y culturales que había prometido produjo un alto nivel de desilusión y abstención en las elecciones de 2005, el mal manejo de la economía y de las relaciones externas de Irán de parte de Ahmadinejad sacó la gente a votar nuevamente. La plataforma electoral de Mir Hossein Moussavi, el principal candidato opositor, tuvo resonancia entre estos sectores moderados de la población. Entre los eslogans de su campaña se resaltaba el fortalecimiento de la democracia y la libertad, la oposición a la dictadura, el derecho a la privacidad y el desmonte de las leyes que discriminan contra las mujeres. 

Las protestas masivas que se han visto durante la última semana desmienten el mito de que los iraníes apoyan la aplicación de leyes restrictivas de parte del régimen islámico. Inclusive en el campo, que se ha considerado un bastión del conservatismo, los candidatos conservadores, y en especial Ahmadinejad, son impopulares. Más bien, podría afirmarse que la población ha estado dispuesta a tolerar un sistema que a muchos no les gusta a cambio de pequeños márgenes de libertad, incluyendo la elección de sus representantes políticos. El fraude electoral ha sido visto como una violación de esta norma básica de convivencia entre el Estado y la sociedad, haciendo que la simple intención de ejercer el voto se haya transformado en la exigencia de un cambio más profundo.

Las mujeres y los jóvenes han sido protagónicos en todo esto. Zahrad Rahnavardi, una reconocida artista, politóloga y defensora de los derechos de la mujer, hizo historia al hacer campaña al lado de su esposo Mir Hossein.  Neda, la imagen de cuyo asesinato durante las protestas ha dado vuelta al mundo, se ha convertido en una mártir. Y los jóvenes, quienes representan un 70% de los empleados del país y no tienen recuerdo ninguno de la Revolución, han radicalizado su oposición al régimen. Es posible que en su afán por impedir el cambio que han exigido los iraquíes al líder supremo, Ayatolá Khamenei, termine impulsando la revolución de terciopelo que tanto ha temido.

Profesora Titular. Departamento de Ciencia Política, Universidad de los Andes

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