Entre copas y entre mesas

Italia esencial

Hugo Sabogal
06 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.

Nunca me cansaré de insistir en la necesidad de conocer algo más de lo que sabemos de vinos italianos, que, honestamente, es bien poco.

Es tanto lo que debemos probar, degustar y descubrir de la eterna Italia que podríamos pasarnos toda una vida intentando cumplir ese quimérico deseo, sin jamás cumplirlo. Con que hagamos la tarea de asimilar lo esencial, habremos conseguido mucho.

Desde que griegos y etruscos plantaron allí las primeras parras, se supo que Italia sería un territorio natural para el vino. Los itálicos originales asimilaron la planta como propia, a tal punto que los griegos rebautizaron la península con el nombre de Enotria (Tierra del Vino).

En Enotria, cada habitante mantenía, alrededor de su morada, un acicalado jardín, donde, además de flores y arbustos, plantaba su pequeño viñedo y un modesto olivar. Así fue como vino y aceite de oliva, junto con el consumo de pescado y hortalizas, dieron origen a la llamada dieta mediterránea, envidia de todos los países donde la comida chatarra hace estragos.

Desde la frontera norte hasta el mar Mediterráneo, Italia es apta para la parra gracias a sus múltiples altitudes, latitudes y microclimas, lo que le ha permitido desarrollar estilos únicos.

Si los vinos franceses nos evocan fineza y elegancia, los italianos nos transfieren un carácter rústico y original.

Parte del encanto yace en el subsuelo, compuesto por cenizas volcánicas y extensas manchas de caliza.

Hoy existen 447 lugares legalmente reconocidos: 23 denominaciones de origen controladas y garantizadas (DOCG), 309 denominaciones de origen controladas (DOC) y 115 indicaciones geográficas típicas (IGT). Todas ellas, junto con las artesanales y orgánicas, acogen un millón de establecimientos. Es el mayor número de bodegas contabilizadas hasta ahora en el mundo.

Como decía antes, sería imposible conocerlas todas. Por eso, a manera de guía, sugiero explorar las mejores denominaciones de origen calificadas y garantizadas (DOCG) y denominaciones de origen calificadas, con sus respectivas subzonas. Me limitaré a ocho de las más reconocidas, y aseguro que nadie se sentirá defraudado:

- Piamonte (Barolo y Barbaresco,
tintos).

- Lombardía (Franciacorta, espumoso).

- Veneto (Recioto di Soave y Soave Superiore, uno blanco dulce y otro blanco seco; también el tinto Amarone della Valpolicella y el espomoso Prosecco (ambos DOC)).

- Friuli (Picolit, Ramandolo: blanco seco y blanco dulce).

- Emilia Romagna (Albana di Romagna: blanco seco; Lambrusco: tinto con ligera gasificación).

- Toscana (Brunello di Montalcino, Chianti, Chianti Classico, Vino Nobile di Montepulciano, todos tintos).

- Abruzzo (Montepulciano d’Abruzzo, tinto).

- Umbría (Montefalco Sagrantino,
tinto).

Sé que también ayuda recordar un corto vocabulario básico para no extraviarse en el intento: cantina: bodega; classico: zona original; consorzio: asociación de productores; passito: vino dulce hecho con uvas pasas; recioto: vino hecho con uvas parcialmente pasas; riserva: vino de guarda; rosso: tinto; secco: seco; spumante:
espumoso.

Con estas pequeñas sugerencias en mano, salga y explore Italia. En restaurantes y tiendas especializadas existe una muy buena selección para escoger a sus anchas.

 

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