Sirirí

Jalón de orejas

Mario Fernando Prado
15 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.

La mal llamada amenaza del  presidente Trump en el sentido de que Colombia podría ser descertificada por no cumplir su compromiso de erradicar las siembras de coca, debe tomarse más como una advertencia —necesaria sin duda— frente al desmedido incremento que ha tenido la plaga maldita en los últimos años.

Para nadie es un secreto que estamos inundados de coca que crece y crece como crecen las sombras cuando el sol declina y frente a ello hemos sido condescendientes o permisivos, al menos un tanto perezosones en su erradicación.

La meta de las 50 mil hectáreas que se asegura se erradicaran este año y de las cuales dicen que llevamos el 62 %, no son suficientes porque, primero, no se están teniendo en cuenta los nuevos narcocultivos que pululan en regiones como el Cauca y la costa pacífica de Nariño y, segundo, porque la oposición que se está presentado por parte de los campesinos que no dejan que les arranquen sus maticas de las cuales derivan su sustento es a muerte.

Según asegura el Gobierno hay casi 8.000 erradicadores entre soldados, policías y civiles dedicados a esta actividad y, la verdad, no dan abasto. En mala hora se prescindió de la fumigación aérea, lo que fue aprovechándose para aumentar los cultivos de manera exponencial convirtiéndose en un bumerán que se salió de las manos y ahí estamos pagando las consecuencias.

Ahora, la estrategia de pasar de acusados a acusadores tratando de justificar el por qué no se ha cumplido el compromiso y, muy a la colombiana, descargar la culpa en los gringos es un arma de doble filo que puede endurecer la posición de Tío Sam con catastróficas consecuencias para nuestra economía y para la imagen que se ha logrado recuperar desde cuando nos volvimos unos parias para los EE. UU.

Con los gringos no se juega y a ellos no les podemos salir con los “fueques”, los “síperonos” y las tantas y tantas disculpas con que enredamos las cosas en este país. Así que se está jugando con candela y, como es lógico, los quemados podemos ser nosotros.

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