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¡James, el personaje del año!

Carlos Gaviria Díaz
16 de diciembre de 2014 - 04:00 a. m.

Empiezo confesando que disfruto mucho el fútbol y que considero a James un excelente futbolista. ¿Deportista? Tal vez no. Acepto la diferencia que establece Ortega y Gasset entre trabajo y deporte.

El trabajo es la actividad que tenemos que realizar para obtener los medios de subsistencia. Cuando nos sobra energía, la empleamos en algo que nos divierte. Eso es deporte. Jugamos para gozar. Pero cuando recibimos una remuneración por jugar, estamos trabajando. El deportista por antonomasia es el amateur.

El profesional es un esforzado trabajador que está sometido a un exigente régimen de prácticas (entrenamiento), que tienen lugar en determinados horarios, que debe observar una dieta alimenticia, abstenerse de trasnochar y de divertirse en exceso, todo para dar un rendimiento que le será remunerado según sus destrezas. Quienes lo remuneran son, en general, empresas lucrativas que explotan al “deportista” hasta que ya no da más. Si es sobresaliente durante su vida útil, calculan si es más rentable venderlo (!) o seguirlo usufructuando en beneficio propio.

Para los dueños del jugador, el fútbol (que es el asunto que nos ocupa) es una empresa lucrativa, para el público un espectáculo costoso y para el jugador una forma de ganarse la vida, esto es, un trabajo.

Hechas esas aclaraciones, una pregunta: ¿por qué un futbolista puede convertirse en el personaje del año? La respuesta creo que no es difícil: por la inmensa gratificación que con su talento les brinda a sus compatriotas o a los hinchas de su equipo, que probablemente no tienen otra posibilidad de goce, porque no se les ha enseñado que existen otras.

Voy a citar un ejemplo: el día que Falcao fue transferido de un club francés a uno más famoso de Inglaterra, nuestro diario de mayor circulación nacional informó a seis columnas, en primera página y con fotos en colores: “Vendieron a Falcao” (!) y en una página interior, con título casi invisible, en una nota marginal: Juan Gabriel Vásquez ganó el premio de novela de la RAE (Real Academia Española de la Lengua).

¿Por qué esa asimetría en la información? Porque el fútbol les interesa a muchos y la literatura a pocos. Y, de nuevo, ¿por qué? Porque no se informa de los hechos según su valor intrínseco, sino que los hechos son importantes según el despliegue informativo que se les dé. La ciencia, el arte y la literatura, tendrán siempre, entonces, un pobre despliegue informativo y los espectáculos deportivos y sus protagonistas, un espacio desmesurado para dar cuenta de ellos.

La respuesta de quienes están encargados de la titulación y de quienes los mandan, ya la conozco: “a muy pocos les interesa una novela, y el fútbol a todo el mundo”.

Pero, me atrevo a pensar: si del triunfo del novelista se informara con despliegue suficiente, el gran público podría preguntarse: ¿y es que vale la pena que se escriban buenas novelas? Y de ese modo, probablemente, se estaría contribuyendo a la educación del pueblo y no a la profundización y consolidación de su inconsciencia, tan útil a quienes piensan que lo mejor que puede hacerse es coadyuvar al mantenimiento del orden existente. Para ese propósito, siempre es más eficaz, y más fácil, la propaganda que la educación.

Pan y circo. O, con el circo basta.

 

 

 

 

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