A mano alzada

Japón y Corea: ¿Enfrentamiento con silenciador?

Fernando Barbosa
28 de julio de 2019 - 05:00 a. m.

Una realidad frustrante es que las guerras jamás concluyen. Sanar todas las heridas resulta imposible y, por lo general, donde menos se piensa salta la liebre. Las relaciones de Japón con China y Corea han sido históricamente tormentosas desde hace siglos. Invasiones, embargos y cierres de mercados de lado y lado, más las acciones resultantes de la política japonesa en Asia durante la primera mitad del siglo XX. No ha sido posible pasar la página y los temas son recurrentes.

En el caso de Corea algunos asuntos permanecen latentes como las “comfort women” y la revisión de los textos japoneses de historia en los que Japón ha pretendido darle una mirada más blanda a su comportamiento durante el período en que tuvo a Corea como su colonia (1910-1945). Sin embargo, a finales del año pasado, saltó a la primera plana un tópico que se creía silenciado: la explotación de trabajadores coreanos por varias compañías japonesas, particularmente durante el período 1937-1945.

Pero hay más. En 2008 estalló un escándalo en el que se sindicaba a Aso Mining Company de haber esclavizado por lo menos a unos 10.000 coreanos, entre los cuales habría algunos muertos por malos tratos. En aquella oportunidad, un miembro de la familia dueña de la firma, el señor Tarô Asô, reconoció que probablemente habían tenido trabajando en sus firmas, de manera forzada, a prisioneros de guerra que incluían a australianos, británicos, holandeses y coreanos. Sin embargo, el asunto no pasó a mayores y se diluyó hasta el 30 de octubre pasado cuando la Corte Suprema de Corea dictó una sentencia condenando a Nippon Steel y a Sumitomo Metal a pagar indemnizaciones a cuatro coreanos que demandaron por hechos iguales a los mencionados: trabajos forzados.

Corea ha insistido en que las decisiones de sus cortes deben cumplirse y lo consideran un asunto de soberanía. Japón, por su parte, rechazó tajantemente la decisión y alega que todos los daños causados durante la colonia y la guerra fueron compensados de acuerdo con lo establecido en el tratado del 22 de junio de 1965 suscrito entre los dos gobiernos.

El tire y afloje ha ido subiendo de tono y Japón ha dado un paso arriesgado controlando la exportación de materiales críticos para la fabricación de semiconductores. Los japoneses insisten en que se trata de revisar sus controles a las exportaciones que estarían ajustadas a las reglas internacionales. Y se amparan, además, en que se trata de temas sensibles para la seguridad nacional, con lo cual blindan su argumentación. Corea, que piensa que se trata de una retaliación, acudió a la OMC y sus miembros le hicieron el quite al debate en la sesión del pasado 24 de julio. Nadie se comprometió y el asunto ha quedado en la arena de la política y la diplomacia.

Aceptar el fallo por parte de Japón es como abrir una caja de Pandora, pero posiblemente se entienda más el asunto si se recuerda que Tarô Asô es el actual vice primer ministro, que ya ocupó el cargo de primer ministro y otros ministerios como el de Relaciones Exteriores y el de Finanzas. Para Corea tampoco es fácil. Se han puesto de por medio la soberanía y el honor nacional. En resumen, cargas de profundidad que merecerán el mayor cuidado mientras el mundo espera una solución al problema entre China y Estados Unidos y se logran avances con Corea del Norte.

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