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Jaque a la mentira

Reinaldo Spitaletta
12 de agosto de 2008 - 02:31 a. m.

EL GENERAL PADILLA DIJO, POCOS días después de la ‘Operación Jaque’, que tal vez la verdad sobre ella no se sabría nunca.

No acertó. Porque ya son varias las “novedades” (irregularidades) que se han revelado acerca del operativo, sobre todo en un país donde la mentira impera desde los llamados “tiempos inmemoriales”, y en el cual mienten el presidente, los ministros, los asesores presidenciales, los generales y hasta el departamento de estadística.

Desde el “consejo comunitario” o espectáculo mediático montado por la Presidencia el día del rescate de los rehenes, comenzaron a aflorar las mentiras. Fue una operación impecable, se dijo. Y resulta que hubo varios “pecaditos”. Todavía no sabemos cuántos, pero ya se han evidenciado varios, como que un “nervioso soldado” usó un emblema de la Cruz Roja, lo que sugiere un “mal uso intencional” y una violación de las Convenciones de Ginebra sobre leyes de guerra.

Las mentiras (el cinismo oficial las calificaría de piadosas) principiaron a aparecer cuando la CNN reveló el uso de divisas humanitarias y después cuando un soldado (parece que amante de la verdad y por lo cual puede ser acusado de traición a la patria) le pasó al canal RCN un documental en el cual se aprecia el nada nervioso uso del chaleco con el logotipo de la Cruz Roja. Entonces la pregunta es: ¿mintió Uribe, mintió Santos, quiénes más mienten?

Nada raro. No sé si acordarme de la campaña electoral de 2002 cuando el entonces candidato Uribe decía, a boca llena, que estaba en contra de la reelección. Bueno, es que, como después lo dijera en una cumbre el señor de los caballos y de los diminutivos, la “política tiene mucho de farsa”. Tampoco sé si memorar cuando el director del DANE, César Caballero, prefirió renunciar a ocultar la verdad de una encuesta sobre victimización en Colombia. No sirvió, porque una de las “cualidades” que al parecer deben tener los funcionarios es la de mentir. O al menos la de tapar la verdad.

No sé si el mandatario de los realities comunales, el mismo que ha dicho que habitamos en una “democracia profunda”, recordará algunos “falsos positivos” montados en su gobierno, o los falsos atentados contra él organizados por el DAS; o si prefiere, por ejemplo, olvidar cuando más de la mitad de los eurodiputados le dieron la espalda cuando iba a intervenir. Y las manifestaciones internacionales contra los atropellos de su gobierno, por ejemplo en Washington, en Ginebra, en otras ciudades, y aquellos coros que lo “sacaron de la ropa”: “Uribe paraco, el pueblo está verraco”.

No sé si recordar una de las célebres mentiras del régimen, aquélla referida a la muerte de tres sindicalistas en la vereda Caño Seco, Arauca. El Ejército, avalado por el vicepresidente de la República y el entonces Mindefensa Alberto Uribe, declaró, sin mediar investigación alguna, que los tres eran guerrilleros. Después se supo que no eran tales y que habían sido fusilados por la espalda, a quemarropa. También hubo mentiras sobre la masacre de San José de Apartadó. Se señaló como autor a la guerrilla, cuando fueron miembros del Ejército.

Es fácil mentirle al rebaño, a ese alto porcentaje embelesado con el ilusionismo presidencial. Y mentir sobre los opositores, sobre las cortes, sobre organizaciones no gubernamentales, sobre esa “inmensa minoría” crítica, que no traga entero y reivindica el derecho al pensamiento distinto, aunque la acusen, mentirosamente, de ser “comunistas disfrazados” o “guerrilleros de civil”.

Lo que sí es cierto es que ya hay gente que sabe que el país está en crisis, que la ética está en el subsuelo y que hay más pobres que nunca. ¡Ah! y que, como en un tango de Cátulo Castillo, el barro se subleva.

 

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