Publicidad

Juan Pablo V

Pascual Gaviria
21 de octubre de 2009 - 02:09 a. m.

CONCEDAMOS QUE EL AUTOMOVIlismo es un deporte, aunque la verdad yo pondría ese vértigo de monotonías al pie de las ferias de maquinaria o de las reuniones de acrobacias motorizadas o de la hípica con un poco más caballos de fuerza.

Pero bueno, los pilotos sudan y al final se entrega una copa y se oyen los himnos, puede ser suficiente. Lo que sí parece imposible es que Juan Pablo Montoya sea el deportista colombiano más importante de la historia.

La última edición de la revista Cambio, súbitamente convertida en la revista Motor, puso al piloto bogotano en el lugar más alto del podio deportivo nacional. Un grupo de periodistas, según parece reunidos en Tocancipá y mareados con gasolina, fueron los encargados de avalar la elección agitando la bandera a cuadros. Los argumentos del artículo central y de la oración de Clopatofsky que lo acompaña, son un buen balance de los triunfos de Montoya, pero no aportan una sola razón para situarlo por encima de otros deportistas de la galería nacional.

Se comienza con un recorrido por la vitrina de trofeos en una bodega en Miami: siete premios de Fórmula Uno, once de la CART, la copa de las 500 millas de Indianápolis y la pirámide que patrocina Rolex en Daytona. Luego nos dicen que tiene club de fans en Hungría, Japón y Rusia. Al momento de plantear la pregunta clave “¿Por qué Montoya puede ser considerado el deportista colombiano de todos los tiempos?”, responden con las citas de algunos críticos internacionales que ponderan su arrojo y su serenidad, luego recuerdan un adelanto a Michael Schumacher y un récord en Monza. Más tarde exhiben su hazaña de estar entre los 12 primeros de la Nascar y todo termina con los millones de televisores que se prenden para ver las carreras de carros.

Creo que nadie discute que en este tipo de elecciones en las que se compara al Happy Lora con el Hateful Montoya, a los virtuosos con los infatigables, a los forzudos con los acrobáticos, es justo y necesario que los deportes tengan un ranking. Por ejemplo, es muy difícil que María Isabel Urrutia, la única medalla de oro olímpica en nuestra historia, esté por encima de los grandes ídolos del fútbol, el boxeo y el ciclismo. La halterofilia tiene el metal más preciado pero le falta peso y reconocimiento. Los cronistas deportivos buscaron la objetividad en un terreno donde las equivalencias parecen imposibles, intentaron borrar las emociones, se concentraron en una lista de primeros puestos y lograron un resultado que los aleja de los fanáticos y de la verdad. Me recuerdan el ranking de equipos de la FIFA que parece construido siguiendo modelos matemáticos.

En todo caso estaría bien que recordaran que además de la CART, algo así como la Major League Soccer de automovilismo, Montoya sólo ha tenido victorias parciales. Y que Luis Herrera y Fabio Parra también adelantaron en alguna curva a Bernard Hinault y Miguel Induraín además de triunfar en carreras de tres semanas. También deberían saber que los ciclistas colombianos cambiaron la manera de correr en Europa y que sólo Herrera y Federico Martín Bahamontes han ganado la montaña en la vuelta a España, el Giro y el Tour. Y por qué no recordar que Pambelé defendió 16 veces el cinturón más codiciado de los cuadriláteros. Y que el Pibe fue dos veces el mejor futbolista de América y Rentería dio el batazo definitivo para que su equipo ganara una Serie Mundial. Está bien que los especialistas sigan armando cuadros estadísticos mientras el público grita el verdadero escalafón: Cochise, el Pibe y Lucho.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar