Juegos de seducción en las elecciones

Catalina Uribe Rincón
21 de septiembre de 2019 - 05:00 a. m.

Se acercan ya las elecciones para la Alcaldía de Bogotá y los candidatos empiezan a explotar sus encantos. Ahora, más que propuestas, comenzamos a ver despliegues de personalidad. Y, sí. Porque por más que queramos negarlo, los votantes van a elegir “al que les cae mejor”. Esto no es un fenómeno nuevo ni tampoco quiere decir que todo el mundo vota apelando a las emociones. Lo que sí es un hecho es que el voto tiene muchos matices y uno de los factores principales es “la impresión general que me da el candidato”. No en vano los estrategas de comunicación intentarán construir identidades que resuenen con la audiencia y con los tiempos: “frentero”, “familiar”, “jovial”, etcétera.

Los medios más light son los que más facilitan estos juegos de seducción. Así, en Bogotá hemos tenido que ver a Galán en una trotadora, a Uribe Turbay tocando guitarra, a Morris preparando perros calientes y a López comiendo ajiaco. Pero además de lo que los “ingeniosos” entrevistadores ponen a hacer a los candidatos, y del guion que los candidatos han construido de sí mismos, está otro factor esencial de la comunicación: cómo los quieren y pueden ver las audiencias. Por evidente que suene, a veces se nos olvida: nadie puede construir una persona pública sin la ayuda y permiso del público.

Esto significa que cada mensaje que nuestros candidatos a la Alcaldía logran enviarnos depende de nuestra mirada. Y nuestra mirada es muy condicionada. Para mostrar, por ejemplo, los sesgos de género, hagamos la tarea de pensar si la persona pública de los tres candidatos hombres se podría mantener si fueran mujeres. El primero que se desecharía sería Morris. A una mujer simplemente no se le permite ser mala madre. ¿Qué le pasaría a una mujer que tuviera una demanda por inasistencia alimentaria? Sería vista como una bruja descorazonada y jamás hubiese pasado siquiera el filtro de candidata. Por su edad, rápidamente le seguiría Uribe Turbay. A la mujer muy pocas veces se le da el chance de ser promesa, y con la cara de bebé que se manda se le pondría a esperar. Por último, si Galán fuera Galana, su personalidad “bonachona y bacana” le cobraría bastante votantes. Las mujeres al poder no se pueden dar el lujo de ser “buena onda”.

Ahora bien, si Claudia fuera Claudio, todos lo llamarían López. Y la trillada historia de que es “pelietas” ni siquiera sería historia. Tuvimos que esperar años a que las cámaras captaran a Vargas Lleras agrediendo a su guardaespaldas, para que por fin habláramos del belicoso temperamento del político. Pero bien, como diría Maquiavelo en sus consejos al príncipe, “muchos son los que te ven, pero pocos son los que te tocan”. Quién sabe quiénes son nuestros candidatos. Votar a veces parece una cita a ciegas. ¿Cómo juzgamos la competencia? En nuestro juicio se mezcla la opinión sobre el partido, los chismes de pasillo, con quiénes se relacionan los candidatos, sus apellidos, su estilo, su carisma y hasta su belleza. No olvidemos que de Duque se sigue diciendo que es “taaan lindo” (¿?).

Pero que la tarea sea especulativa no quiere decir que podamos dejar de hacerla. Nos podemos dejar seducir por la persona que queramos, pero acordémonos de que al siguiente día amanecemos con ella.

 

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