Júnior

Iván Mejía Álvarez
09 de diciembre de 2018 - 11:27 a. m.

Barranquilla y la Costa Caribe colombiana se estremecieron con ese violento remate de Rafael Pérez que se estrelló en el horizontal de la portería sur del Metropolitano. Era la jugada del gol que mandaba a Júnior en ventaja a la Arena de la Baixada para el partido de vuelta.

Los rojiblancos lucharon, pelearon, lo intentaron, pero carecieron de esa pizca de naturalidad e ingenio que tanto se requieren en este tipo de partidos ante equipos ordenados y cerrados como Paranaense. Ellos hicieron su partido, sacaron su resultado y ahora esperan en cancha sintética, donde tienen un magnífico rendimiento, el juego de vuelta.

Tan cerca y tan lejos para Júnior en este segundo semestre. Tanto esfuerzo para llegar a las dos finales y pensar que nada han ganado, que todo lo tendrán que definir como visitantes. Puede ser histórico si consiguen los dos títulos en liza, aceptable si ganan uno de los dos, pero también se exponen a una derrota inmerecida que dejaría un terrible y amargo sabor a frustración y humillación si no consiguen uno de los títulos en juego.
Es curioso, era mejor el Júnior del año pasado con Chará y tampoco pudo llegar a buen puerto. Este, con el retraso de Teófilo jugando de media punta, puede tener mejor toque de pelota, más triangulaciones, pero el otro era más explosivo, más alegre y atrevido.

Los dos, el del año anterior y esta versión, tienen un profundo problema en común: ausencia de gol. Son equipos construidos por Comesaña bajo la premisa de una buena elaboración a partir de la posesión y la posición, pero carecen de definición. Los delanteros que llegaron a Júnior: Ruiz y Alves, nunca retribuyeron en la cancha las expectativas de su contratación y finalmente el técnico uruguayo recurrió a Teo como un nueve falso que circula, toca, genera, se engancha totalmente en el circuito de construcción, pero no define como lo hacen los especialistas.

Comesaña es el mejor técnico que ha tenido Júnior en su historia, así algunos en Barranquilla se nieguen a aceptarlo, comenzando por Fuad. Y su versión de los últimos dos equipos junioristas se aproxima al sentir de la afición que siempre ha tenido predilección por el fútbol de toque, el juego colectivo, la alegría y la creatividad. Júnior juega desde el regreso de Comesaña como le gusta a la gente, tocando y asociándose.

El fútbol, sin embargo, no siempre es justo y no siempre recompensa al mejor. Grandes equipos como Holanda 74 y Brasil 82 se quedaron sin títulos, pero son recordados por su juego. Para el hincha juniorista, el reconocimiento no alcanza, quieren estrellas.

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