Keynes, ¿el personaje de 2008?

Santiago Montenegro
22 de diciembre de 2008 - 03:00 a. m.

SEGÚN ANALISTAS DE VARIOS PAÍSES, la crisis mundial está reivindicando la vigencia de las ideas de Keynes.

En las economías avanzadas, y progresivamente en casi todas las economías del mundo, se está llegando a una situación en la cual los inversionistas no quieren invertir, los consumidores no quieren consumir, los bancos no quieren prestar. Todos los actores de la economía quieren liquidez, de allí el célebre concepto de la “preferencia por la liquidez”. Y cuando se generaliza la preferencia por la liquidez, la política monetaria no funciona. Los bancos centrales comienzan a bajar las tasas de interés y, por mucho que las bajen, los bancos comerciales no bajan sus propias tasas y los inversionistas y los consumidores no incrementan ni la inversión, ni el gasto. De hecho, la tasa de interés que fija la Reserva Federal de los Estados Unidos se está ya acercando a cero. En estas circunstancias, argumentó Keynes en los años treinta —y repiten ahora hordas de economistas y políticos— los gobiernos tienen que comenzar a gastar para mantener el nivel de actividad económica y del empleo.

En las próximas columnas discutiré si en Colombia debemos seguir una estrategia en línea con los planteamientos de Keynes. Lo que quiero argumentar ahora es un concepto más profundo del pensamiento de Keynes, del cual se deriva la “preferencia por la liquidez” y sus implicaciones de política. Desde la época de Keynes, los economistas han creído que la incertidumbre puede ser reducida a un riesgo que es posible medir y computar con la información del pasado. De allí se deriva el concepto de que el futuro será como el pasado. A diferencia de esta visión, desde que escribió su Tratado de Probabilidad, Keynes argumentó que siempre habrá un remanente de riesgo genuino que no puede ser capturado por la información del pasado.

Según él, no todo tipo de conocimiento se puede incrementar con más información, noción en la que se basa la llamada inferencia estadística, con la cual se estudia y modela, por ejemplo, el comportamiento de los mercados financieros.  En forma independiente, el filósofo Karl Popper planteó básicamente lo mismo. Tanto Keynes como Popper argumentaron que las técnicas estadísticas de los fenómenos físicos no se pueden extrapolar a las actividades humanas, como la economía. Por ejemplo, las distribuciones de probabilidad de las ruletas de los casinos o de los dados —si no están cargados— siempre serán estables. Lo mismo sucede con la distribución de probabilidad de la estatura de las gentes. Cuantas más mediciones hagamos, más nos aproximaremos a conocer la estatura de los colombianos.

Podremos tener la seguridad de que ni aparecerá un gigante de doce metros, ni un enano de quince centímetros. Lo que Keynes y Popper argumentaron es que en la economía y, en general, en las ciencias humanas, sí puede aparecer de pronto uno de esos gigantes o uno de esos enanos, en la forma de una crisis generalizada, una pérdida de confianza, una revolución, un ataque terrorista, una depresión económica. En estas circunstancias, la información del pasado —dada por las convenciones, costumbres, tradiciones o por los modelos econométricos— de pronto no nos explican ni el presente y menos el futuro. Si la economía y los mercados financieros son así; si están sujetos a esas sorpresas, a esos choques, no deben desregularse; no hay que creer que ellos pueden auto corregirse. Más que un planteamiento de economía, es un planteamiento sobre la condición inestable, cambiante y errática de la naturaleza humana. Por eso, Keynes debe ser el personaje del 2008. 

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