La amante y el senador

Cartas de los lectores
16 de marzo de 2018 - 06:30 a. m.

En El Espectador del 10 de marzo de 2018 se informa que “Amante de un senador gana $25 millones mensuales” como empleada de la Procuraduría, en la que ejerce como procuradora judicial II, seguramente ante uno de los Tribunales de Distrito Judicial.

Es interesante saber que el sueldo de esta clase de procuradores judiciales es tan solo de $8’000.000 y tienen gastos de representación por valor de $15’000.000, que son cerca de $750.000 diarios, y una prima especial por cerca de $2’500.000. Y para cotizar a salud y pensión solo se tienen en cuenta los $8’000.000 y sin embargo “para efectos salariales” se suman todos los ingresos. Por eso sus pensiones de 25 salarios mínimos mensuales y las primas de Navidad por el mismo valor. Y llama la atención que en la Procuraduría, órgano competente para defender los intereses de la sociedad, esta situación no despierte ninguna sospecha.

Pero volvamos al tema de la amante. El senador involucrado en la noticia es casado y su esposa presentó una denuncia contra la presunta agredida y amante por “pasar su tiempo” con su esposo, el esposo de la denunciante, y “desatender sus funciones” como funcionaria de la Procuraduría.

Todo se debió a que la pareja, según El Espectador, tuvo una “discusión acalorada” en donde la procuradora levantó la voz al senador y éste al responderle le hizo perder el equilibrio y la mujer se resbaló (piso resbaladizo) y “accidentalmente” se cayó y se pegó contra una mesita de noche, de esas que guardan secretos invaluables. ¡Si las mesitas de noche hablaran!

El término amante es de recibo en esta clase de relaciones porque se trata de una tercería peligrosa que puede poner fin a una relación matrimonial, pero al mismo tiempo es de buen recibo por la persona que ocupa el lugar de segundona, gracias a los beneficios económicos que recibe bien por parte del amante o por parte del Estado cuando logra acomodarse en un empleo con remuneración privilegiada. “El amor” en estos casos supervive mientras lo alimenten con dinero y un poquitín de sexo y la pareja del “senador” sea “cenadora”.

Buen tema para que el nuevo Congreso se ocupe de desmontar las prerrogativas que acumulan los empleados privilegiados del Estado que reciben grandes sueldos sin la obligación de rendir cuentas sobre su gestión.

Carlos Fradique-Méndez. Bogotá.

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