La banalidad del pacto

El slogan de la legalidad, l emprendimiento y la equidad le fue bastante útil al entonces candidato a la Presidencia Iván Duque. Ahora que gobierna desde el Centro Democrático, el presidente insiste en la importancia de su agenda. Legalidad, emprendimiento y equidad: hacia allá vamos. Ese es el futuro que soñamos. Todos, cogidos de la mano…

Parece broma, pero lo gaseoso del discurso ha sido ascendido incluso a material de construcción para el gran pacto nacional. El mismo acuerdo sobre lo fundamental de Álvaro Gómez, quisieran los más crédulos. Solo que con algunas diferencias.

En esta ocasión nadie sabe con quién será el pacto o sobre qué se basará. ¿Qué es, pues, lo que se quiere pactar? ¿Con quién y cómo? O mejor: ¿para qué? Al día de hoy lo que se conoce del sueño no polarizador es la posibilidad del IVA a toda la canasta familiar; el sinsentido del fracking responsable y seguro, como lo explicó la ministra encargada, y la erradicación obligatoria de los cultivos de coca. Y esto apenas comienza.

En el pacto que se supone que nos sacará de la polarización no está la oposición. Lo mínimo, si nos atenemos a lo que han explicado los especialistas en la prehistoria de los acuerdos colectivos para zanjar diferencias y dar saltos, no está cubierto. Los ocho millones de votos de Petro han sido prácticamente invisibilizados y la agenda del presidente, aunque amable en sus formas, va dirigida hacia la imposición de ideas y políticas contrarias a la Colombia Humana.

Más que un convenio sobre lo fundamental, el pacto va tomando la forma de un gran desacuerdo. Ese sí, nacional. ¿Y desde dónde se construye el pacto? Bogotá, con su política extractivista y antidrogas, parece ser la sede de los diálogos de Duque con el Centro Democrático, su propio partido político. Es un pacto con las palomas y los rangeles, a la medida de Uribe.