La basura bajo el tapete

Cecilia Orozco Tascón
20 de septiembre de 2017 - 11:40 a. m.

Repito: este país es singular. Se espanta, por unos días, con el escándalo de los sobornos millonarios que promovieron tres o cuatro miembros de la Corte Suprema pero ya olvidó otro lío similar, el de Jorge Pretelt, el primer togado en ser declarado indigno por el Congreso después de la denuncia en su contra por incurrir en la misma conducta de los encartados de la Suprema (pedir plata a cambio de fallos). El proceso penal de Pretelt llegó al despacho del magistrado Francisco Acuña, compañero de silla de los investigados Bustos, Malo, Ricaurte y Tarquino. Poco se ha movido el doctor Acuña para adelantar esa investigación desde cuando, hace diez meses, la asumió. La indiferencia nacional permite que eso pase y nada pase. Entre paréntesis, el privilegiado seleccionador de los integrantes de la JEP, Acuña, pretende hacer creer que no tuvo ninguna cercanía con Bustos. ¡Qué bueno sería que este, tan alejado hoy de los micrófonos, contara cómo y con ayuda de quién fue elegido Acuña para integrar la Sala Penal de la Suprema!

Hablando de Pretelt y, de otra parte, del fiscal general en quien reposa la dirección de las investigaciones por corrupción contra los antiguos “dignatarios” de la corte, tampoco importó a nadie —¡qué iba a importar!— la difusión de dos sucesos que habrían generado consecuencias inmediatas en otros lugares: renuncias, retiros, explicaciones o, siquiera, disculpas. En cuanto al fiscal Martínez, el noticiero en que trabajo contó, el fin de semana, la increíble historia de un colombiano del común que intentó cobrar el dinero que había invertido, a finales de los 80, en tres CDT. La corporación financiera en donde estaban depositados, se opuso a devolverle su valor en billetes, tal vez por el monto que debía entregar después de más de una década. La financiera le dio poder, entonces, al reputado abogado Martínez Neira y este, para documentar la presunta falsedad de los CDT y, por esa vía, negar su devolución, presentó como verdaderas dueñas de los papeles a tres señoras, madre e hijas pobres de toda pobreza, residentes en un rincón vallecaucano. Las nuevas ricas no comparecían porque estaban “muertas”, dijo. Pero el reclamante se dedicó a buscarlas y encontró a una, todavía vivita y coleando. Ella no tenía idea de que era multimillonaria ni sabía qué era un CDT. Consultado el fiscal general sobre este capítulo oscuro de su época de litigante, solo respondió que estaba impedido, por su actual cargo, de referirse al tema. Caso resuelto, así, sin más ni más, pese a configurarse un lío penal y ético de dimensiones siderales. Entiendo el silencio general. Cito a Alberto Casas en su reciente columna “¿Por qué Néstor Humberto?”, de la revista Bocas: “Nadie ronda al fiscal y, en cambio, el fiscal ronda a todo el mundo. Néstor Humberto se ha movido con destreza. De ahí la referencia del polémico doctor Santiago, asesor de las Farc, de que no conoce otro país, además de Colombia, que le tenga tanto pánico a un fiscal”.

Vamos con el caso Pretelt. Noticias Uno descubrió el “brillante” pasado del juez 23 Penal de Bogotá, Néstor Gilberto Amaya Barrera, quien acaba de absolver a otro expresidente de la Corte Constitucional, Rodrigo Escobar Gil, procesado por tráfico de influencias que habría cometido en concurso con Pretelt. Escobar Gil habría sido recomendado por Pretelt a la firma Fidupetrol para incidir en la Corte Constitucional en el sentido del fallo de la tutela que interesaba a esa empresa. Ambos cobrarían $500 millones a Fidupetrol, una ganga frente a lo que cobraban en la Suprema. El juez que liberó de culpa a Escobar Gil, buen precedente para Pretelt, no es un dechado de virtudes: fue condenado tres veces por prevaricato, el delito que consiste en tomar decisiones “manifiestamente contrarias a la ley”. Además, tiene pendientes tres investigaciones más por igual delito. ¿Cómo alguien que comete delitos puede ser juez?, se preguntarán ustedes. Lo llamamos y él contestó: las tres condenas están en casación en… la Corte Suprema. ¡Mientras esta, la de los magistrados corruptos, no dicte sentencia final, el doctor Amaya puede ser juez! Y Pretelt seguirá siendo feliz. Mucha bulla, mucha petición de depuración, mucho bla, bla, bla, mucha basura escondida bajo el tapete.

 

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