La carta de Chomsky

Piedad Bonnett
03 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

Hay apoyos que matan. El reconocimiento a Juan Guaidó por parte de Donald Trump, ese personaje funesto, rechazado por medio mundo por su desfachatez, su cinismo y la manera insensata en que ha manejado la política de los Estados Unidos, pareciera hacerle un flaco favor al joven político venezolano, pues ha permitido que muchos lo tilden de “títere” del imperio norteamericano. Los que estamos contra el chavismo quisiéramos ver caer el gobierno despótico y corrupto que hoy gobierna Venezuela. Sin embargo, a muchos nos mortifica ver cómo Trump y sus asesores repiten —respaldados por gobiernos tan recalcitrantes como el de Bolsonaro— que “todas las opciones están sobre la mesa”; lo que significa, por supuesto, la posibilidad de una invasión semejante a la realizada en Panamá en 1989, que traería un derramamiento de sangre que haría aún más grave la tragedia que ya viven los venezolanos. A los que rechazamos toda intervención violenta, todo imperialismo de una potencia extranjera, esta opción nos llena de justificados temores.

Pero, por otro lado, los vaivenes históricos llevan a veces unos picos de tensión tan altos, que la política obra en su forma más descarnada. En una situación de hecho como la de la coexistencia de dos presidentes, y en momentos en que el clamor popular parece rodear y legitimar a Guaidó —quien se presenta como una figura que facilitaría una transición a un régimen democrático—, la presión internacional —incluidas las sanciones económicas de Estados Unidos a Venezuela— resulta necesaria, así nos toque tragarnos el sapo de ver a la derecha mundial envalentonada. Y a sabiendas de que son intereses económicos —y no altruismo— lo que está detrás de todo. Y, por supuesto, esto incluye a China, Rusia y demás.

Por lo complejo de la situación, por sus muchas aristas y encrucijadas, resultan insensatos algunos de los argumentos de la carta abierta de Noam Chomsky y 70 “académicos, estudiosos de América Latina, ciencias políticas e historia, así como cineastas, líderes de la sociedad civil y expertos”. Y es que los intelectuales también se descachan. Está muy bien que rechacen una “acción militar” y que propongan que lo ideal es una salida negociada; pero no afirmar que las protestas “a menudo violentas” obedecen a injerencia de los Estados Unidos. Pues si algo hemos visto es la resolución de un pueblo desarmado y por tanto inerme frente a unas milicias bolivarianas que han dejado un reguero de muertos, casi todos jóvenes indignados y desesperados con la tiranía.

Por otra parte, cuando Chomsky afirma, rotundamente, que “las sanciones han cortado los medios por los cuales el gobierno venezolano podría escapar de su recesión económica, al tiempo que causó una dramática caída en la producción de petróleo y empeoró la crisis económica y causó la muerte de muchas personas que no pueden acceder a medicinas que les salven la vida”, pone todo el peso de la culpa en Estados Unidos y minimiza el poder depredador de un régimen que ha recortado las libertades, ha manejado pésimamente la economía y ha enriquecido venalmente a un grupo privilegiado de políticos y militares.

Escribo esta columna después de que el Parlamento Europeo dio su aval a Guaidó, pero sin poder anticipar si estas presiones cambiarán el curso de las cosas en unas horas. Ojalá sí, y que sea de forma pacífica.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar