Atalaya

La Cátedra Gabriel García Márquez

Juan David Zuloaga D.
21 de marzo de 2019 - 05:30 a. m.

La primera semana de marzo se celebró la segunda edición de la Cátedra Gabriel García Márquez en la Universidad Central.

Abrió la jornada una puesta en escena del fragmento final de Diatriba de amor contra un hombre sentado, con la interpretación de Alejandra Guarín Gutiérrez. Tras las palabras del rector, Rafael Santos Calderón, Nelson Fredy Padilla entrevistó a Ariel Castillo –profesor, lector, erudito, garciamarcólogo– quien, respondiendo las oportunas preguntas del moderador, hizo una comparación fina y detallada entre los universos literarios de Gabriel García Márquez y de Roberto Burgos Cantor, escritores, estilistas y maestros.

Conrado Zuluaga habló de los paralelos entre Cien años de soledad y Don Quijote de la Mancha, Alberto Abello Vives recreó la Cartagena de Indias de García Márquez, y la Biblioteca Luis Ángel Arango llevó a Sergio Sarmiento Salcedo para hablar de textos, inéditos y publicados, que, corregidos por el propio autor, reposan en los archivos de la biblioteca. Cerró la jornada una charla de erudición precisa y minuciosa de Hugo Chaparro Valderrama, en la que habló de la relación –llena de encuentros y desencuentros– del nobel con la cinematografía, charla que llevaba por título “El cine de Greta Gabo”.

El gran ausente del día –además del público, que se perdió esta jornada maravillosa– fue el maestro Roberto Burgos Cantor, quien fundó la cátedra y quien dirigía, hasta el momento de su lamentable partida, la maestría en Creación Literaria de la Universidad Central.

De todas las anécdotas y curiosidades referidas sobre la vida y la obra del autor, no fue la menos garciamarquiana la de un curioso documento que Abello Vives expuso al público: se trataba de la ficha de admisión a la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad de Cartagena. En el espacio en el que debía escribirse el nombre del estudiante se podía leer: Gabriel García Márquez, y en el espacio en el que debía escribirse el nombre del acudiente podía leerse: Gabriel García Márquez. Esta sinonimia en apariencia absurda recuerda el reproche que le hiciera alguna vez su editor barcelonés en un viaje que hizo a Colombia. Le había señalado, entre otras muchas circunstancias cargadas de mágico realismo, que las puertas del Aeropuerto Rafael Núñez eran indistinguibles, pues todas decían “Salida de pasajeros”. García Márquez le explicó a su amigo que no había yerro alguno, pues por unas puertas salían los pasajeros que acababan de llegar, mientras por las otras salían los pasajeros que iban a partir.

Estoy seguro de que los estudiosos de la obra habrán ya adelantado hipótesis miles para explicar la coincidencia en los nombres: quizás se debió a la ausencia de la figura paterna, quizás se debió a una coyuntura familiar, quizás se trató de un simple descuido. Hipótesis más probable me parece que se trate de una mamadera de gallo más del autor de tantos ingenios y de tantos disparates, que en este caso, además, estaría justificadísima, pues lo cierto era que Gabriel García Márquez no sólo era quien iba a estudiar en la universidad, sino también quien iba a acudir a las clases...

Nos vemos el próximo año para acudir a la cátedra y para estudiar la obra del genio de Aracataca.

@Los_atalayas, atalaya.espectador@gmail.com

 

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