Atalaya

La ciudad como laboratorio social

Juan David Zuloaga D.
22 de marzo de 2018 - 03:00 a. m.

Se suele decir que una de las diferencias fundamentales entre la investigación en las ciencias sociales y en las ciencias naturales es que en las primeras no es posible intervenir el medio social con el fin de crear condiciones ideales. Así como en un laboratorio se puede observar qué ocurre cuando se trabaja, por ejemplo, con una presión o temperatura constantes, no puede, en cambio, estudiarse qué pasaría en un país si se dejase de cobrar durante cinco años el impuesto de la renta o qué pasaría si viviéramos en un país poblado únicamente por mujeres.

En términos generales es cierta la premisa, y ella marca una distancia considerable a la hora de establecer las diferencias del método científico que guía la investigación en cada uno de estos dominios. Pero, de unos años para acá, hemos visto de qué manera Bogotá, en cabeza de alcaldes que pese a la magnitud de la ciudad se atreven a pensar la capital de una manera audaz y distinta, ha intentado crear condiciones artificiales en el caldo de cultivo social con el fin de estudiar los resultados que de tales intervenciones se desprenden.

Producto de esas iniciativas son el día sin carro, la noche sin mujeres, la noche sin hombres... Y la ciudadanía, dócil, acepta esos programas inéditos de investigación social. En el primer caso —el día sin carro—, la idea es ver qué tan sostenible resulta el intento de que toda las personas se desplacen en el transporte público o usen medios alternativos de transporte (bicicleta, patines, etcétera), a la vez que se estudia la incidencia en el ambiente que tiene para la ciudad el que durante todo un día laboral se restrinja el uso del vehículo particular. La segunda iniciativa —la noche sin hombres o sin mujeres— pretende estudiar la manera en que el toque de queda para uno u otro sexo influye en los índices de violencia (atracos, homicidios) y de accidentalidad en la ciudad.

Los resultados del más reciente día sin carro mostraron que los niveles de contaminación no descendieron tanto como se hubiera esperado o se hubiera querido. Y, en concreto, se constató que la concentración del material particulado (las partículas nocivas para la salud originadas por la combustión y la actividad industrial) aumentó. La conclusión que arroja el análisis de la jornada, lejos de impugnar la necesidad de la misma, la justifica y hasta puede trazar el camino que debe tomarse para continuar trabajando en la purificación del aire de la ciudad.

Confieso que, como experimento social, estas iniciativas me parecen de lo más llamativas y pintorescas, y muestran que un líder inteligente o perspicaz puede generar con facilidad consensos en los ciudadanos y hasta trazar un horizonte de concordia, de convivencia y de comunidad para toda la ciudad. Todo ello, claro, no sería posible sin la cooperación de la ciudadanía. Vaya pues el reconocimiento a ella que, generosa, se presta para dichas intervenciones con el propósito de pensar y de vivir en una mejor ciudad.

@Los_atalayas, atalaya.espectador@gmail.com

 

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