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La columna

Aura Lucía Mera
25 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

Me doy cuenta de la velocidad con que se pasan las horas, los días y las semanas, porque no acabo de escribir una columna y enviarla a ese ángel guardián llamado Juan Rincón, que me corrige todas las barbaridades de “dedo”, la edita y la deja pulida para su publicación.

Escribo desde la tableta. Solo los índices trabajan. Así como podía usar cuatro dedos en las máquinas de escribir que sonaban tac, tac, tac, y sentía sus pulsaciones como latidos del corazón, en el virtualismo digital solo funciono con dos y ese silencio frío de la pantalla a veces me resulta amenazador.

Cada segundo es sábado, mi deadline para enviarle a Rincón el artículo, y no acabo de respirar aliviada al terminarlo y mandarlo cuando me veo sentada otra vez ante la pantalla... con un revoltijo de ideas que se me apelotonan en la cabeza o en el ombligo, o ninguna. Mente y pantalla en blanco, y el terror de que no salga nada, pues para mí eso es escribir: que salga solo de repente, desde el ombligo, lo que se va cocinando a fuego lento durante la semana.

A veces me siento muy seria y trascendental con el rompecabezas bien armado y sazzz, sale una cosa totalmente diferente que no se me había pasado por la mente. Como si un duende agazapado estuviera escondido para jugármela. No puedo controlarlo. Sale solo, a veces me río y a veces me asusto, pero siempre respeto lo que esa voz interior y arbitraria quiere decir. Entiendo lo que les sucede a los escritores, sus personajes van cogiendo fuerza propia y hacen cosas que no estaban en el guion original. Recuerdo a Ángela Becerra cuando estaba escribiendo su último libro. Esperaba el nacimiento de su nieto y me decía: “O nace el nieto, o este libro se acaba, o me vuelvo loca”.

El ombligo es el que escribe, la cabeza sirve para informes de oficina, cuadros estadísticos o mentiras políticas. De resto es el ombligo, sentimientos y dejar hablar el corazón. Por lo menos para mí.

Tengo una buena noticia: el festival de literatura Oiga, Mire, Lea cumple seis años. Lo dirige y coordina la Biblioteca Departamental del Valle del Cauca y la Gobernación. Este año será virtual y toda Colombia podrá asistir a sus conversatorios. Los que tienen Directv lo pueden ver en el canal regional Telepacífico, de 6:30 a 7:30 p.m., con los “platos fuertes”, o ingresando a www.oigamirelea.com, o al Facebook y Twitter de la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero.

Desde el 31 de agosto hasta el 5 de septiembre todos los colombianos podrán sumergirse en este universo de la palabra escrita y escuchar de viva voz a escritores de talla internacional, entrar a los talleres infantiles, compartir con sus hijos o nietos, o descubrir los secretos de la poesía. Estos cinco días, a cualquier hora, la literatura podrá ingresar a cada una sus casas, a la sala, al dormitorio, al estudio. No hay disculpas para no dejarse bañar por esta lluvia de letras que formarán filigranas de pensamientos, ideas, tramas en las manos y la pluma de estos escritores y escritoras participantes. México, España, Nicaragua, Argentina, Ecuador y Colombia se harán presentes.

No adelanto más, porque el próximo martes 1° de septiembre les daré a conocer la catarata de autores. Déjense llevar por este tsunami. La pandemia ha servido para que Oiga, Mire, Lea abarque el territorio nacional. Regálense una pausa y llenen sus mentes con otros temas... estamos hasta la coronilla de los ñeñes, las cayas, las huerfanitas sin jefe, las pataditas de ahogado paisa, las aguas podridas de Hidroituango, etc. Necesitamos abrirnos a otros horizontes y mirar de nuevo que el mundo es ancho y ajeno.

Posdata. Se pueden quitar los tapabocas, respirar, escuchar, leer en libertad. No olviden: la cita es con Oiga, Mire, Lea desde la Biblioteca Departamental del Valle.

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