La competitividad y sus enemigos

Felipe Jánica
13 de febrero de 2017 - 01:47 a. m.

Cuando se habla de competitividad del país se debe considerar sus principales aportantes. Sin duda el Estado es quien debe facilitar el camino para que los colombianos seamos más competitivos. Tender una autopista que facilite la competitividad de las empresas colombianas, debería ser una máxima del Estado colombiano.

Llegar a este idilio no debería ser tan complicado. Con una buena planeación estratégica y garantizando que los principales hitos se cumplan, seguramente tendremos lo que nos merecemos. Sin embargo, la realidad es otra. El Estado se ha venido rajando en varias materias. Una de ellas es la infraestructura, pues la actual exacerba el costo de la producción local lo que conlleva a la ausencia de productividad no sólo en la arena internacional sino en la local.

Buscar soluciones de largo plazo y definitivas en materia de infraestructura debería ser uno de los pilares más significativos de una planeación estratégica del estado colombiano ¿Será esto una utopía? Estoy convencido que algo se está haciendo, que sea lo mejor: claramente no. El tema es que con la sola construcción de autopistas no vamos a mejorar la competitividad, por el contrario está generando dependencia del transporte terrestre y exacerba las posibilidades de paros camioneros y con esto no se incrementa el impuesto más caro que pagamos los colombianos: la inflación.

Por su puesto con esto no se debe inferir que el transporte de carga terrestre sea malo o costoso, el asunto de discusión es que si el transporte de carga o incluso de pasajeros se basa en la intermodalidad (Combinación del transporte carretero, férreo, fluvial y aéreo) existiría mayor oferta a los productores y por ende se mejora la logística, la que hoy día representa un 15% de los costos totales de los productores según el DNP. 

Al parecer y con ocasión de los escándalos de corrupción, le está saliendo una piedra en el zapato a los proyectos de infraestructura del país. Pero lo realmente preocupante y de lo que aún no se visualiza son los efectos colaterales en materia económica. Pareciera que el escándalo de corrupción nos tiene a todos expectantes en torno de qué tanto caerá el peso de la justicia sobre los corruptos. Pero cuando esta cortina de humo se disipe, nos empezaremos a dar cuenta, si es que caemos en cuenta, de la disminución de posibilidades de financiación para las APP, por cuenta del aumento de riesgo de hacer negocios en el país.

La revisión de los coletazos de la corrupción en materia económica también genera desconfianza en el país. La percepción de los inversionistas e incluso de los analistas de riesgos, podrían llevar a recomendaciones negativas en cuanto a las inversiones en nuestros país. Afortunadamente, como el mal no sólo es de Colombia sino de nuestros vecinos de región, las inversiones no migrarían a nuestros vecinos, pero sí a otros mercados emergentes, los que tampoco están exentos de flagelos como el de la corrupción.

Así las cosas todavía hay mucha tela por cortar en materia de competitividad. Mientras tanto debemos seguir esperando soluciones de largo plazo, pues por cuenta de los recientes escándalos, la locomotora de la infraestructura seguirá siendo una utopía. En el entretanto los ciudadanos deberíamos exigir reformas estructurales que permitan combatir flagelos tanto costosos como el de la corrupción. Ama

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