La comunidad

El verdadero dilema de la expresión “buen muerto” con que el expresidente se refirió al asesinato del testigo Areiza no es un problema de forma. Las maneras son secundarias. Haríamos mal en quedarnos en lo ramplón del lenguaje.

Es más, ahora argumenta Uribe que esas no son sus palabras. Que lo posteado en redes sociales corresponde a la voz de un tercero. Un habitante de la llamada “comunidad”. Y sí, la esquela del horror viene entrecomillada. Acordemos entonces de una buena vez por todas que la estructura, la coraza, el detalle, la falta de sensibilidad si se quiere, no vienen al caso. El tema de fondo es el contenido. Sobre este, tanto Uribe como el candidato presidencial Iván Duque, que de todas formas nunca contesta las preguntas que le hacen, guardan silencio.

Si en un hipotético caso el periodismo que cubre las elecciones optara por buscar una respuesta o una reacción ante lo publicado por Uribe, con seguridad que Iván Duque, el candidato presidencial que sí está dispuesto a debatir con holgura y sapiencia sobre zapatillas Crocs, contestaría con esquivas alusiones al pasado criminal de las Farc. Cualquier contrapregunta muy probablemente arrojaría como resultado que esas frases no fueron redactadas por el expresidente. De nuevo, entonces, a la comunidad.

Pues bien, más aterrador que la expresión del buen muerto es la idea de la existencia de una “comunidad” que comulga con este tipo de iniciativas. Si nos atenemos a lo explicado por el propio Uribe, existe una colectividad, un grupo, un público, una familia en la que expresiones como la que nos convoca cobran sentido. ¿Y de qué iba, de cualquier forma, el mensaje central de lo compartido y socializado en la comunidad? ¿Qué nombre recibe la justificación de los asesinatos de ciudadanos con pasado criminal?

“Árbol que no da fruto hay que cortarlo”, así se expresan los que no le ven problema a la limpieza social.