Atalaya

La consulta anticorrupción en perspectiva

Juan David Zuloaga D.
06 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

Bastante se ha dicho sobre la consulta anticorrupción y que, por diversas razones, constituyó un hito político en la historia electoral de la nación.

Resulta curioso que promotores y detractores consideren los resultados una victoria política para sus partes. Los primeros porque, si bien no se logró el umbral necesario para la aprobación directa de las preguntas, la votación rozó el umbral y logró movilizar (sin prebendas electorales) a parte importante de la población votante del país, que se suele tener por apática y perezosa. Los contrarios a la consulta reclaman a su vez la victoria precisamente porque no se logró la aprobación de las propuestas.

Tal vez una mirada en perspectiva, comparando la consulta con el referendo propuesto por el presidente de la República en el año 2003, permita sopesar el desempeño electoral del país y la evolución política y social del electorado. Entonces se propuso la realización de un referendo que convocara a la ciudadanía para que se pronunciara sobre diversos temas. Recuerdo que se propuso luchar contra la corrupción y reducir los gastos estatales. 6’200.000 votantes constituían el umbral en aquella época. Como se ve, el espíritu que animaba el referendo del año 2003 y la consulta de hace unos días no era muy diferente, aunque el país que los votó y las circunstancias en las que se hizo sí.

Recuerdo que, si la queja que convocaba a la ciudadanía era la misma que la de marras —la corrupción de la clase gobernante, los altos salarios de los funcionarios públicos, muerte política a los funcionarios que incurrían en tales prácticas...—, los ambientes de uno y otra fueron harto distintos. El referendo fue casi un eco de lo proclamado en la campaña a la Presidencia del entonces candidato Álvaro Uribe y, en consecuencia, una vez elegido, se defendió de manera decidida como plan de gobierno, con todas las fuerzas y todas las armas (civiles, pedagógicas y publicitarias; por nombrar sólo algunas) por el presidente de la República y por su ministro del Interior, Fernando Londoño. Lo defendieron los gremios económicos y sus medios de comunicación; lo defendió una ciudadanía hastiada de los malos procederes y de la mala fama de buena parte de la clase dirigente; y, de una manera u otra, encontró el apoyo de alguna fracción de la clase política.

La consulta anticorrupción de hace unos días, en cambio, sólo encontró el apoyo decidido de algunos medios de comunicación y las críticas taimadas de otros muchos; encontró también la férrea oposición de los expresidentes de la República; encontró la indiferencia de una clase política anquilosada e hipócrita y el tibio entusiasmo de un gobierno recién llegado al poder. No obstante las adversidades, la consulta rozó el umbral de aprobación, lo que nos habla de la gestación de un electorado independiente, informado y consciente.

Recuerdo que de las preguntas sometidas a referendo hace tres lustros sólo una fue aprobada. Y recuerdo también que aquella vez —corría el año 2003— rumió el entonces presidente de la República, en decoroso y hasta honorable silencio, los sinsabores de la derrota.

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