La credibilidad del DANE

Armando Montenegro
19 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Los choferes se pueden estrellar si se concentran demasiado en el espejo retrovisor. Esto es lo que le está pasando a una senadora del Centro Democrático, quien con el objeto de atacar el trabajo del DANE en el gobierno anterior citó a un debate en el Congreso a su recomendado en la dirección de la entidad, para insistir en la tesis de que los resultados del censo de población y el censo agropecuario son chimbos. El resumen de la discusión lo dio Actualidad Panamericana: “Director del DANE recomienda no creerle al DANE”.

Un país sin cifras o con estadísticas dudosas es como un avión que no sabe a qué altura está, a qué velocidad vuela y que, además, no tiene idea de para dónde va. Un país que no sabe si el censo está bien o mal hecho tiene razones para desconfiar de sus datos de empleo y pobreza, no puede determinar con certeza el tamaño de sus coberturas en educación y salud, es incapaz de calcular los montos de las participaciones territoriales, tampoco puede precisar la magnitud de sus déficits de pensiones y las carencias de servicios públicos. Y estos son sólo algunos de los problemas generados por las estadísticas defectuosas.

La madrina política del director del DANE debería poner los intereses del país por encima de sus antipatías políticas. Y la cúpula de la institución, en lugar de colaborar con tareas mezquinas, debería corregir los errores que se hubieran podido producir en el pasado y tratar de recuperar la confianza en su trabajo, crucial para el Gobierno, el país y la democracia, la misma que ella ha contribuido a enlodar.

No son nuevos los problemas derivados de la escasa independencia del DANE y del impacto de sus cifras que, a veces, desvela a los gobernantes. Debido al inevitable uso político de las estadísticas y la sensibilidad de los mandatarios, se produjeron agrios conflictos entre algunos de sus directores y las administraciones de Santos y Uribe. Y ahora, en una maniobra sin antecedentes, se usan la credibilidad y el prestigio del DANE como armas arrojadizas desechables en contra del gobierno anterior.

En los próximos años, en un ambiente de cruda polarización política, el DANE seguirá en medio del fuego cruzado entre el Gobierno y la oposición. En distintas circunstancias, un director imparcial y responsable puede ser incómodo para cualquiera de los bandos enfrentados y, por esa razón, objetivo de ataques y descalificaciones.

La única solución de largo plazo, como la vienen recomendando analistas y organismos multilaterales, es crear una entidad autónoma, independiente y técnica —semejante en estas materias al Banco de la República—, con una junta directiva compuesta mayoritariamente por académicos, que vele por la producción de estadísticas de calidad en Colombia. Gobierno y oposición harían bien en acordar esta reforma de manera urgente.

Pero, antes, desde ya, hay que restablecer la confianza. El director debería dejar de ser un alfil más de las luchas partidistas y mucho menos ayudar a desacreditar al DANE. El Gobierno, por su parte, con el liderazgo del DNP y el Ministerio de Hacienda, debería convocar de urgencia una misión de expertos, con la concurrencia de entidades internacionales como el IMF, para revisar los censos recientes, realizar las correcciones que fueran necesarias y dar un parte de tranquilidad sobre la calidad de las estadísticas oficiales.

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