La crisis mundial y la inversión extranjera directa

Santiago Montenegro
20 de octubre de 2008 - 12:03 a. m.

UNO DE LOS CAMBIOS ESTRUCTURAles más importantes que ha experimentado la economía mundial ha sido el incremento espectacular de la inversión extranjera directa, IED.

Mientras en la década de los años setenta sólo representaba un 0,4% del PIB mundial, entre 1997 y 2007 dicha cifra subió a un 2,5%. Pero, tan significativo como su aumento, ha sido su volatilidad. La IED ha sido muy sensible a los grandes ciclos económicos y, en particular, a las grandes crisis financieras. Así, la IED cayó pronunciadamente con la crisis de la deuda de comienzos de los ochenta, con la recesión de comienzos de los noventa y, sobre todo, después del estallido de la burbuja tecnológica de comienzos de la presente década. En el año 2000 alcanzó un 4,5% del PIB mundial (US$1.4 trillones) para desplomarse en 2003 a un 1,5% del PIB (US$ 0.6 trillones). Después volvió a subir y, en 2007, alcanzó la impresionante cifra de US$1.8 trillones.

Consistente con esta dinámica internacional, Colombia experimentó una gran expansión de la IED, la cual alcanzó niveles récord en 2007. Pero, como consecuencia de la actual crisis mundial, tendremos que realizar un enorme esfuerzo para mitigar su caída a partir de 2009.  Además, la competencia a nivel mundial por atraer la mermada IED será formidable. De hecho, el destino porcentual de la IED poco ha cambiado en las últimas cuatro décadas. Más o menos el 70% de los flujos de IED sigue yendo a los países desarrollados y un 30% a los llamados emergentes.  Pero, naturalmente, la torta ha crecido enormemente. En tanto en los setenta la IED que iba a los emergentes era de sólo US$6 billones en promedio por año, en la última década este promedio subió a US$293 billones. Lo preocupante es que, en ese período, América Latina vio caer su participación en el destino de la IED a los países emergentes de 53 a 31%, en tanto China e India lo incrementaron de 7% a 34%, con la descomunal cifra de US$97 billones por año. Pero el crecimiento de la torta de la IED ha sido tan grande que superó el crecimiento del PIB en prácticamente todos los países de la región, incluso en Colombia. Así, en tanto que en los años setenta sólo vinieron a Colombia US$63 millones por año (0.3% del PIB), en la última década llegaron US$4.3 billones en promedio, que representaron un 3,9% del PIB.

Esta es una cifra relativamente alta en el contexto de los países emergentes, aunque está por debajo de la de Chile, en donde la IED alcanzó un 6,7% del PIB en promedio anual en la última década. En la literatura económica existe un consenso casi generalizado en el sentido de que la IED no sólo contribuye directamente al crecimiento económico por la vía de aumentar la capacidad productiva, sino contribuye también al crecimiento de la productividad y a la eficiencia de las economías por la transferencia de tecnología, por el impulso a la formación de capital humano, por la integración al comercio mundial y por el desarrollo empresarial. También se encuentra sólida evidencia de que la IED ayuda a la reducción de la pobreza y al desarrollo social y aun al mejoramiento ambiental. Por ello, tenemos que continuar mejorando el entorno macroeconómico e institucional, los marcos regulatorios y los niveles de infraestructura, tecnología y preparación de la fuerza de trabajo. En particular, necesitamos reglas de juego estables, simples y generales, tanto para los inversionistas nacionales como para los extranjeros. 

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