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Rabo de paja

La cuarentena que nos negamos a vivir “hic et nunc”

Esteban Carlos Mejía
29 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

“Hic et nunc” es una locución latina que traduce “aquí y ahora”. Se usa (o usaba) para significar que una circunstancia determinada ocurre en un lugar determinado y en un determinado tiempo. Refiriéndonos a nosotros, por ejemplo, “hic et nunc” sería igual a decir: “Colombia (Suramérica) y sábado 29 de agosto de 2020”, aquí y ahora.

Es una expresión muy provechosa para no parlotear en abstracto o para concretar análisis concretos de la realidad concreta, según sugería el malogrado Vladimir Uliánov. En términos contemporáneos serviría también para hacernos entender que no hay más tiempo que el momento actual. No hay pasado. No futuro. Vivir aquí y ahora es lo único que nos queda, a menos que los lectores sean teístas, en cuyo caso les recomiendo más bien fe, esperanza y caridad.

¿Hacia dónde voy? No había llegado la noche del primer día de la cuarentena cuando por todas partes ya pululaban los charlatanes hablando sobre la pospandemia, el porvenir incierto, lo que algún día será. Cuando esto pase, empezaron a especular, pesimistas, seudorrealistas, optimistas. Las cosas no volverán a ser como fueron. Habrá cambios biotecnológicos impresionantes: vacunas e interferones de ciencia ficción, gratis, de fácil aplicación, invencibles. Usaremos mascarillas o tapabocas todo el tiempo, día y noche, en la cama, en la ducha, en el inodoro, hasta en la sopa. La naturaleza humana cambiará, como se ilusionaba Mao Zedong con su Gran Revolución Cultural Proletaria. El régimen de producción capitalista se ablandará sin duda y el comodísimo trabajo desde casa remplazará la esclavitud asalariada por una servidumbre teledirigida.

Nos reinventaremos por la razón o por la fuerza, duélale al que le duela. Practicaremos todos, al unísono, la resiliencia, no la resistencia, eso jamás, la resiliencia, engendro mitad patafísica, mitad candidez. Volverá el fútbol, volverá el Tour de France, volverán las oscuras golondrinas / en tu balcón sus nidos a colgar. Y que patatín que patatán, chatee por chatear con tal de negar la mortífera existencia de la COVID-19. Increíble, pero cierto. Hemos pasado meses y meses de cuarentena pensando en los huevos del gallo, anticipándonos falazmente a los hechos, a las menudencias de la vida ordinaria. No hemos sabido vivir aquí y ahora, hic et nunc, sino en otras dimensiones. Una oportunidad perdida para conocernos a nosotros mismos, para aprender de la soledad del confinamiento, para evaluarnos con justeza, para ser resilientes, “saltar para atrás y replegarnos”, que en etimología es lo que de veras significa la tal resiliencia. El negacionismo se apoderó de nosotros. Y nos jodió la vida.

Rabito: “En nombre de la revolución los más solemnes sermones en favor de la tranquilidad; pasiones sin verdad; verdades sin pasión; héroes sin hazañas heroicas; historia sin acontecimientos…” Karl Marx. El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. 1852.

Rabillo: Jack London (el autor de Colmillo blanco) y Ray Bradbury (Fahrenheit 451) escribían 1.000 palabras diarias como sortilegio para seducir y encadenar a la inspiración, hallazgo o perjuicio de deidades marrulleras. Ahora que estoy acabando de escribir una novela nueva, intento hacer lo mismo. ¡Oh! A mí el hechizo me funciona más que un afrodisiaco y mejor que un Escitalopram. Carita feliz.

Rabico: Sabiduría seudoubérrima: tres cosas que empobrecen a un hombre rico: una moza buena, una finca mala y un yerno con ideas (sic).

@EstebanCarlosM

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