La cultura que necesitamos

Piedad Bonnett
15 de julio de 2018 - 02:00 a. m.

La elección del gabinete mInisterial de Iván Duque nos revelará si entra a gobernar con independencia, o plegado a las demandas del ávido Centro Democrático; si privilegia el conocimiento y el saber hacer en las distintas áreas o se inclina por las recompensas políticas; si sus elegidos pertenecen a la derecha más moderada o a la furibunda que comanda Álvaro Uribe. En fin, si su gobierno se inclina por la tecnocracia o escoge personas que sepan conjugar sabiamente sensibilidad y capacidad administrativa.

A los interesados en el mundo de la cultura nos inquieta quién pueda ser el sucesor o la sucesora de Mariana Garcés, que ha sido una ministra dinámica, con amplio conocimiento del sector, clara en sus metas y profundamente eficaz en su tarea. Y que siendo durante ocho años una trabajadora incansable, manejó un bajo perfil, un nulo deseo de protagonismo. Entre sus logros, que son enormes, se cuentan los resultados de su apuesta por hacer de Colombia un país de lectores, a la que dedicó el 39 % del presupuesto del Ministerio, y le permitió dotar las bibliotecas públicas con más de 20 millones de libros, crear 213 bibliotecas nuevas, llegar con el Plan Nacional de Lectura y Escritura hasta las regiones más apartadas y vulnerables —incluidas aquellas zonas donde están los desmovilizados— y elevar considerablemente los índices de lectura; y su duro trabajo por la protección del patrimonio cultural de la nación, gestionando con la Unesco la consagración como patrimonio universal de diversos eventos y lugares, entre los que se cuentan los Cantos de trabajo de los llaneros y el Parque Natural Serranía de Chiribiquete.

Una labor tan sólida amerita continuidad, y no puede, por tanto, quedar en manos inexpertas. Preocupa, pues, el rumor de que esta cartera estará en manos de Alicia Arango, una mujer que dicen es aguerrida y frentera, pero a la que no se le conoce ni cercanía ni experiencia en el terreno de la cultura. La persona que ocupe esa cartera tiene que tener muy claros los conceptos de cultura, educación y patrimonio, y debería estar dispuesta a continuar con el fortalecimiento de las 1.500 bibliotecas públicas, de los premios nacionales de cultura, del Premio de Cuento Gabriel García Márquez, el más importante en Hispanoamérica, de las escuelas de música, las casas de cultura y de muchos otros proyectos existentes. Lo ideal sería nombrar una persona que sienta pasión por el cine y el teatro, que conozca en qué están las artes plásticas, la literatura, los museos y el sector editorial. Pero, sobre todo, que tenga claro que la inversión social en cultura es un mandato constitucional, un derecho de los colombianos que involucra el tema de la identidad, de la diversidad, de la paz y la reconciliación. Y digo esto último, porque han surgido serias dudas sobre la concepción que Iván Duque tiene de cultura, pues en su libro La economía naranja: una oportunidad infinita propone, ante todo, desarrollar, proteger y elevar la rentabilidad de las industrias creativas. Una perspectiva que pareciera exclusivamente económica. Y que se desentiende de otra concepción de cultura: la que parte de que esta es, entre otras muchas cosas, una forma de reconocernos y de integrarnos como nación respetando nuestras diferencias.

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